martedì 13 agosto 2013

El gran pequeño Luis



Sólo 12 años. Luis de mirada aguda, franca sonrisa nos recibe ofreciéndose a ser el guía de su pueblo Tarmatambo. La seguridad en su propuesta y la convicción que mostraba  que podía ser un excelente guía me hizo aceptar sin dudar.  Mientras íbamos caminando Luis respondía con sencillez y espontaneidad a mis preguntas. Me generaba mucha curiosidad qué cosa movía a Luis a querer mostrar su pueblo.
 Estábamos en este hermoso valle de Tarmatambo. El Nombre de Tarmatambo, proviene de dos voces, la primera “Tarma” que quiere decir “bosque de taras” y el segundo, tambo que significa “posada” y también era el nombre de la edificación incaica que se encontraba en medio de los caminos a puntos clave del Imperio y que servía de refugio para los viajeros, en donde estos podían obtener, alimentos, vestuario y posada. Todo esto nos lo explicó Luis con sus palabras sencillas pero muy claras y precisas. Es decir Tarma se encuentra en la ruta inca.
Nos llevó con paso firme hacia las coscas incas, mientras nos iba explicando sobre la agricultura, las flores y actividades de su pueblo. "De grande quiero ser guía turística" me dice con un espíritu lleno de orgullo, seguridad y esperanza. "Pero no sólo de Tarmatambo- añade- sino que  me quiero especializar en el arte rupestre de Huaricolca, ser guía de la Merced y también de Tarma". "Me gusta mi pueblo -me sigue contando- y quiero ser como el señor Guerrero que acaba de morir". Y es que Luis desde niño escuchaba al señor Guerrero con atención  pues era el mejor guía de su pueblo, el más sabio y conocedor de la historia de los incas en Tarma. Ahora él siente que tiene que tomar la posta y seguir haciendo conocer las maravillas de los restos arqueológicos. Sí, él quiere ser como el señor Guerrero que convocaba a todos a limpiar la basura para no dañar las ruinas. 
Nos lleva a las ruinas en alto. Me sorprende las colcas tan bien conservadas. Luis nos explica con exactitud que la temperatura fresca del recinto es debido a la posición de la construcción que evidentemente hacía que el viento frío entrara con facilidad para mantener los productos frescos. Al preguntarle cómo sabe tanto me señala que todo se lo ha enseñado su profesora de historia, así como el señor Guerrero a quien habían enterrado hacía dos días. "Voy a ser como él" me dice. Le respondo: "Luis ya estás haciéndolo, ya estás siguiendo sus huellas  pues a mi me estás haciendo enamorarme de Tarmatambo".

Le pregunto si es que además de lo que escucha a su profesora ha estudiado en internet sobre su pueblo y los incas. Me contesta que sí que ha leído las leyendas de los incas y mostrándome la flor de la cantuta empieza a contarnos esta hermosa leyenda. Se la sabía a la perfección. Luego le preguntamos que cosa era una gruta que había en el cerro. Con toda confianza nos dice que quien entraba en esa gruta salía por otra parte del cerro cargado de oro, pero que pocos se atrevían a entrar pues era muy profunda. Le pregunté si él creía en la leyenda. Me miró con cara de asombrado y me dijo que obvio que era
 verdad. Mi corazón se llenó de alegría al escucharlo. Los niños siempre creen en el misterio, en aquello que no pueden explicar y que los sobrepasa. Luis es un niño religioso. Me dice que le gusta rezar e ir a misa los domingos. 

Y así durante una hora conversamos mucho y nos hicimos amigos. Me sentí orgullosa de conocer a un niño peruano tan pequeño y tan grande como él: lleno de horizontes, de esperanza en su futuro, de amor por su pueblo, de curiosidad infinita, de ansia de conocimiento y progreso. En conclusión un gran peruano que me enseñaba cómo amar mi país y cómo nunca perder la esperanza en el futuro, la ingenuidad del niño, el asombro ante el misterio, la certeza y confianza en el mañana. En conclusión el gran pequeño Luis que me enseñaba cómo aprender a ser yo tan humana, tan pequeña y tan grande como él.