giovedì 17 settembre 2015

Madre e hija


Sus ojos cristalinos verde agua se cruzaron con los míos. Ambas llorábamos en una mezcla de amor, ternura, pena y conmoción. Una vez más como tantas veces nos despedíamos. Le decían que no llorara, pero ella con esa libertad de siempre dijo: -“no se puede sonreír cuando se siente pena”-; porque esta mujer de mirada fuerte y tierna ha vivido siempre con el corazón en la mano poniendo nombre propio a cada experiencia. Hace unas semanas me comentó: “extraño a mi mamá. No hay cuidados como los de tu madre cuando uno está enfermo”. Ella, no le teme a tocar todo sentimiento humano y a sentirse hija cuando ya es abuela y a extrañar a su madre.

“¿Qué te interesa mamá en la vida? Le pregunto. “Las personas” me contesta. Y es verdad. Ella siempre ha vivido para sus hijos, para su familia, para los demás. “¿Cómo estará tu tía? ¿Cómo habrá quedado Sofía de la operación? ¿Cómo se sentirá tu primo con este cambio? ¿Cómo le habrá ido a mi nieto en su examen? ¡Qué lindo tu papi, cómo está gozando con su equipo nuevo… y siempre su pensamiento va a los otros. No por curiosidad. No por chismosería. Sino por interés. Por generosidad. Por puro amor y ternura. Y por eso todos la queremos.

Mujer que sabe reírse de sí misma. Y también de la vida. Su bondad e ingenuidad no le quitan chispa y rapidez. Para tratar de consolarla de mi partida y como quien da un argumento de razón le digo: “Bueno, tú te tienes que quedarte con tu marido y yo me tengo que ir con el mío”. Y con sus ojitos vivarrachos que busca una respuesta ante una sentencia justa responde: “Sí, pero el mío ya está un poco desgastadito”. Y las dos soltamos la carcajada.


Y es que en esos ojos cristalinos  verde agua no sólo hay amor y conmoción, también hay alegría y esperanza… por eso como ella siempre dice “se vuelve a vestir de verde hasta nuestro próximo encuentro”.

giovedì 3 settembre 2015

A sus 93


Escucho a gente que dice que la ancianidad es horrible, que no les gustaría llegar a depender de los demás, o a sentir que las propias facultades se van minando aceleradamente. Obviamente que hay situaciones en la ancianidad muy difíciles y que nadie las querría. Sin embargo, hoy me encantó escuchar a mi padre decirme que si seguía así, le gustaría llegar a los 100 años.
Ni la falta de visión clara y oído, ni su paso lento le es obstáculo para seguir disfrutando de la vida e incluso hacer que ella se convierta en un reto de valientes.
La falta de visión la ha suplido con el tacto y su aguda inteligencia. Como buen matemático todo lo tiene calculado: desde los pasos de un lugar a otro, pasando por los distintos muebles que le van sirviendo de apoyo hasta llegar a las ligas que usa para subdividir cajas, cajitas y estuches donde ordenadamente coloca todo lo que le hace falta y tiene que tener a la mano.
Siempre de niña sabía que cualquier cosa que necesitaba él la iba a tener y aún sigue siendo así. Si necesito un imperdible mi papá, unas tijeras mi papá, un gebe, un clavo mi papá, pues él lo tiene todo ordenadito en distintas cajitas y envases.

Su sentido del humor hace que todos nos riamos en la casa. Especialista en poner apodos. Sabe reírse de las desgracias. Me gusta su corazón de niño cuando inventa palabras y se inventa ideas.  Me encanta verlo antes de almuerzo sentadito frente a su estéreo escuchando y cantando junto a Frank Sinatra.

A veces en silencio entro a su cuarto y lo veo sentadito con su mirada perdida. Si bien ha perdido visión parece que sus ojos del alma crecen con cada año que pasa. Le pregunto –¿qué haces? Me responde: “pensando”. Y puede quedarse ahí horas meditando con su lapicero y su portafolio de ingeniero poniendo por escrito cada página numerada sus distintas reflexiones. Le gusta acuñar aforismos, fruto de muchas experiencias y de una gran profundidad de espíritu. El último fue: “lo más seguro de la vida es la inseguridad”. Y luego se ríe cuando lo vive en carne propia.

El genio no se le va. Ya sé a quién salí.

Nunca he visto a mi padre aburrido. Es un hombre independiente pero con el corazón tranquilo porque está seguro de sus afectos y de lo mucho que lo queremos.

Ah viejo, nos pones a tus hijos la vara bien alta.

Si soy como tú también me gustaría llegar a los 100 años.