Infección.
Nada serio. En cama por un par de días. Una amiga de vieja data entre broma y
broma me comentaba que le gustaba cuando me enfermaba porque tenía reflexiones
muy interesantes. No sé si será cierto. Es sólo curioso. Pero hoy recordé sus
palabras y me puse a pensar porqué sería. ¿Cómo me siento cuando me enfermo? El
antibiótico ha hecho efecto. Hace tres horas los brazos y las piernas pesan enormemente, como
quienes no responden tanto voluntariamente y se mueven más bien por el peso de
la gravedad. Un sopor particular como entre consciente y semi-consciente donde
parece que la voluntad junto con el cuerpo se adormecen y no importan tanto las
tareas, el trabajo, los pendientes porque al final ni fuerzas tienes para
hacerlos. Es una especie de abandono consciente y pereza permitida. No hay
muchas opciones. Caer cual plomo y dormir a intervalos. Y si. El mundo se
detiene. Al menos mi mundo. Hoy no puedo contestar mails, resolver pendientes,
hacer cuentas, escribir mi libro, ir a una caminata con mi marido, darme un
baño en el lago…
Pero extrañamente en mi caso, cuando las
energías corporales se agotan pareciera que las energías de la mente y la
inspiración del alma se activaran, como quienes no se tienen que abrir paso
ante el ímpetu de la fuerza física.
La
inspiración es una musa totalmente opuesta a cualquier decisión consciente u
acción premeditada. Ella es “libre” de nuestros esfuerzos e imposiciones. Es la
dueña y señora de la belleza y por lo tanto inaccesible, inalcanzable, incontrolable.
Viene cuando quiere, se retira calladamente.
Somos sus siervos y admiradores.
Alice Ser-Hommerz, la mujer pianista sobreviviente del campo
de concentración señalaba que el mayor pecado del mundo era el aburrimiento y
que ella a sus 104 años jamás se había aburrido. No podía ya moverse
mucho, pero sus días los pasaba contenta, tocando el piano a memoria, conversando con sus amigas y aprendiendo con
curiosidad todo lo nuevo que el mundo le presentaba. Ella supo utilizar su
tiempo como “oro” pues le parecía que aquí estaba la clave de la existencia. Casi lo pierde. Supo valorarlo.