domenica 18 settembre 2011

El diario, un género literario: desde Jeremías hasta Julio Ramón Ribeyro


Siempre me han llamado la atención los diarios. Escribo el mio como parte de un rito “diario” y como una búsqueda continua del sentido de la historia, de mi historia.

Estoy leyendo el diario de Julio Ramón Ribeyro y me impresionó la importancia que le dio al género literario de los diarios. Señalaba cómo el suyo era una fuente para sus escritos y viceversa.
“Parece que en el diario quisiéramos depositar muchas cosas que nos atormentan y cuyo peso se aligera por el solo hecho de confiarlas a un cuaderno…Un coloquio humillante con ese implacable director espiritual que llevan dentro de sí todos los hombres afectos a este tipo de confidencias… En todo diario íntimo hay un problema capital planteado que jamás se resuelve y cuya no solución es precisamente lo que permite la existencia del diario”.
Grandes literatos, filósofos, escritores y artistas han llevado un diario desde Van Gogh, Ernst Junger, Paul Klee, Gabriel Marcel, Amiel, Kafka entre muchos otros.
Me preguntaba si es que en las Sagradas Escrituras podríamos encontrar un género literario de este tipo.  Creo que el que más se acerca a la definición de “diario” es el libro de Jeremías. Jeremías nos ha dejado un diario íntimo de su experiencia. Son sus “confesiones” dispersas entre los capítulos 10 y 20. La reflexión de G. Ravasi en su obrita "El silencio de Dios" no deja de tener razón. El testimonio de su personalidad sensibilísima se funde con una emotividad intensa que llega a experimentar la desolación y la blasfemia. Jeremías no sólo expresa sus sentimientos, sino también su rebeldía y sus peleas con Dios:  “Me sedujiste Señor y me dejé seducir… me dije no me acordaré de Él, no hablaré más en su nombre. Pero sentía su Palabra dentro de mi como fuego ardente.” A pesar de lo fogoso de su cáracter él es fiel a su llamado, él es fiel a su identidad de profeta, como cada uno de nosotros debe ser fiel a sí mismo. La fidelidad  es una constante aun cuando experimenta la soledad y el silencio de Dios, aun cuando llega a maldecir el día que nació. Su drama es de un hombre sensibile, de sus afectos, de su cariño que  lo obligan a ser el profeta rechazado por su nación. Es desde esa oscuridad interior que puede alumbrar a los demás. El amor que lleva dentro es más fuerte que todos los obstáculos que encuentra en el camino. El dolor para el profeta lo libera de superficialidades, su oración se hace sincera y auténtica, su espiritualidad madura y se purifica de moralismos y exterioridades, llega a la intimidad con Dios en niveles inauditos… Jeremías es el hermano de todos los que aman y esperan. La decepción no lo aniquila sino que logra avivar su esperanza; la traición no la apaga, es fuego ardiente en los huesos. 
Ojalá que estas reflexiones sobre el diario nos alienten a continuar el diario que todos iniciamos cuando éramos pequeños. ¡Qué bien hace al alma y al espíritu! 


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