Actualmente las universidades se
sienten ante la exigencia de responder a la sociedad tecnócrata y buscan formar generaciones de jóvenes que
puedan competir con los mecanismos del libre mercado. Para ello se acentúa en
las distintas facultades una afinada concentración en la técnica y eficacia de
cada materia.
Hacía tiempo que estaba lejos de
las aulas universitarias. Siempre he sentido una vocación particular a estar en
contacto con los jóvenes y contribuir con mi grano de arena en su proceso de
autoformación. Estoy teniendo una experiencia única en la Universidad Autónoma
de Puebla (UPAEP), una universidad de inspiración cristiana y humanista que
busca ayudar en la formación de valores en los jóvenes. Es interesantísimo cómo
esta Universidad intenta realmente conjugar tanto la formación en la eficacia y
competitividad de sus alumnos como otorgarles los medios para una autoformación
en los valores humanos y cristianos. El reto es enorme y desafiante. Está
siendo sumamente enriquecedor ver la entrega y dedicación en tantos profesores
y formadores que en sinergia de acciones e iniciativas ofrecen distintos
espacios a los jóvenes para crecer como personas. Una vicerrectoría organizada
que desarrolla la dimensión corporal en su área de deporte, la formación
espiritual con actividades litúrgicas y experiencias cristianas en comunidades
o viajes de misiones, la dimensión intelectual a través
de un departamento de pensamiento humanista sin contar con las residencias
estudiantiles y un departamento de desarrollo humano que se interesan por toda
la vida universitaria de los jóvenes.
Además de la riqueza de llevar
adelante un curso de antropología de la reciprocidad tanto para los alumnos
como para el personal de la universidad, sumado a un curso de teología
espiritual creo que lo más importante es lo que estoy recibiendo como un don
inmerecido de esta experiencia.
Todas estas iniciativas
formativas de los responsables de la Universidad carecerían de fundamento si
fueran propuestas en manera exógena por los agentes involucrados. Ya lo había
percibido pero ahora lo corroboro. Me he encontrado con una verdadera comunidad
de personas donde uno encuentra un espacio para ser uno mismo y compartir la
propia humanidad. Lo interesante es que una universidad sólo puede lograr sus
objetivos si las personas involucradas viven una humanidad rica que se expresa
en acciones concretas y que puede influir realmente en los jóvenes. Y esto es
lo que he encontrado. Personalidades ricas de una humanidad forjada en la experiencia.
La acogida que hemos recibido los profesores
invitados por parte del personal docente y administrativo ha sido fuera de lo
común. El ambiente cálido y la apertura al extranjero es una muestra de catolicidad
que abre a los alumnos a una dimensión universal de la existencia. Las salidas
fuera del horario escolástico han enriquecido la amistad y la fraternidad de
los que estamos compartiendo una misma misión. Creo que esta experiencia de amistad es una fuerza
pedagógica única para un proyecto de esta envergadura. Para que el impacto en
el joven sea real y eficaz sólo se puede comunicar aquello que se vive.
Me celebraron una fiesta sorpresa
por mi cumpleaños, aunque debería de decir por mi no-cumpleaños, visto que recién
lo festejo el 5 de marzo. Pero tuvieron la brillante idea de adelantarlo viendo
que mi gran amiga Verónica Toller está por partir la próxima semana. Fue una
noche de alegría, cantos mexicanos, argentinos, españoles y peruanos. Entre un
buen vino y muchos quesos nos atrevimos a coger la guitarra y cantar con
audacia. Quizás el barrio de la Paz pensó que aquí vivían unas tranquilas y
serias catedráticas universitarias… ayer me imagino que se percataron todos los
vecinos que la educación es ante todo vida, y la vida se comparte, se festeja,
se celebra. Ayer celebramos la vida y agradecí el don de mi vida.
Quizás los involucrados en un
proyecto universitario sienten que aún falta mucho para llegar a cumplir sus
metas y abarcar a todos los estudiantes. Sin embargo, creo que momentos como
los de ayer, donde se palpa que el amor, la fraternidad, la solidaridad, la
sencillez, la alegría y la amistad son reales en una comunidad universitaria es
un fermento que imperceptiblemente se encuentra ya en la masa. Estoy más que
segura… dará sus frutos.
No se puede negar. Tengo ya la
camiseta de la UPAEP.