martedì 24 novembre 2015

El poder de dos

     

     Creo que toda pareja que se siente feliz concuerda en la profunda belleza de esa amistad vivida a diario: los diálogos cuando no se puede dormir, o al despertarse a media noche; los momentos de intimidad; las risas juntos; la complicidad cuando se está en un lugar que no se quiere estar y tu pareja te salva despidiéndose; el de pronto darte cuenta que estás actuando como él, o él como tú; los mil intereses compartidos a diario: la lectura, la música, el trabajo, las conversaciones y reflexiones, la salud, la enfermedad, los problemas y las alegrías. El saber que alguien en el mundo sabe lo que esperas, deseas, sueñas, prefieres, rechazas, valoras… sentir que tú eres su mejor amiga y la alegría de saber que él es tu mejor amigo.

Traigo a colación aquí algo que me llamó la atención leyendo a la filósofa Simone Weil. Nunca se hizo católica, fue judía pero siempre admiró  profundamente la figura de Jesús. Ella tiene una interpretación del todo particular cuando Cristo dice: “Cuando dos o tres se reúnen en mi nombre ahí estoy yo en medio de ellos”. Comentado este pasaje ella afirma que considera que aquí Jesús hace más referencia a la pareja, pues  no cree que se refiera a toda la comunidad. Según la Weil ,la verdadera comunicación sólo se hace entre dos o tres. Es más para ella Cristo es el tercero de una intimidad entre tú y tú:

«Todos saben que una verdadera comunicación íntima sólo es posible entre dos o tres. Apenas hay seis o siete el lenguaje colectivo comienza a dominar. Por ello creo que es una completa mala interpretación aplicar a la Iglesia las palabras: “Cuando dos o tres se reúnen en mi nombre ahí estoy yo en medio de ellos”. Cristo no dijo doscientos, o cincuenta o diez. Él dijo dos o tres. El dijo precisamente que El forma el tercero en esta intimidad del tú a tú»[1].

Debo decir que su interpretación del texto me pareció muy aguda. Estoy totalmente de acuerdo con ella, que Dios es el tercero en esa conversación íntima y profunda de a dos. Siempre me ha costado abrir mi corazón con muchas personas como testigos. Y aunque parezco muy sociable no me siento tan a gusto en reuniones masivas donde no se puede generar esta apertura. Creo que una característica del diálogo de la amistad es esa profunda intimidad, de cosas que no se cuentan delante de muchos, sino que son confiadas al compañero de la vida para ser custodiado y resguardado en lo íntimo del corazón.

Creo además que hay algo particular en esta amistad entre hombre y mujer donde el misterio del otro aparece quizás un poco más oculto: «los dos sexos, por tanto diferentes, permanecen siempre un poco opacos uno para el otro; más aún, el amor que los une vive de ese misterio recíproco, se apoya en parte sobre la imposibilidad de “comprenderse” uno a otro»[2]. Y este no comprender del todo, lleva a la confianza Para toda amistad humana se    necesita un acto de “fe” humano para confiar en el otro. Por ello, la amistad en la pareja es una escuela de respeto porque aquello que no comprendemos del otro  se mantiene en el  misterio de su ser. Creo que en la pareja se vive lo que se vive en la vida mística, aprender 
a respetar y a amar lo que no se comprende del todo[3].

    La verdad es que me encanta a veces cuando no llego a entender la profundidad del alma de mi marido… simplemente me detengo en puntillas y lo contemplo, como cuando rezo a Dios…




[1] Ibidem, 79 -80.
[2] G. Gibon, Sobre el amor humano, 876.
[3] G. Gibon, Sobre el amor humano, 885.

giovedì 12 novembre 2015

Indignación ética

El impacto en la sociedad peruana de los abusos sexuales, físico y psíquicos cometidos por Luis Fernando Figari ha sido fortísimo como si un terremoto remeciera los fundamentos de todo el territorio nacional.

La indignación y la reacción de los peruanos ha sido “radical” como viniendo de lo más hondo de la persona, como si viniese de las raíces últimas del ser.

Y esto es lo impactante. Aquí todos han reaccionado: católicos, no católicos, de derecha e izquierda, creyentes o ateos, porque esta indignación no viene de una ideología, no es “bulla” mediática. Una bulla dura 3 días, no un mes donde la gente sigue golpeada y las conciencias removidas.
Esta indignación la hemos sentido simplemente por el hecho de ser “personas”, por el hecho de haber percibido que alguien en nombre de Dios pueda controlar la libertad, doblegar las conciencias, hacer daño psicológico, físico y sexual a jóvenes en búsqueda de ideales altos.
Es una indignación tan fuerte que incluso algunos no pueden comprender cómo otros no la pueden sentir si son seres humanos.

La Indignación no es odio, no es resentimiento. Es más bien un sentimiento profundo, una rebelión contra quien hizo una acción malvada.
Por ello, no deberían preocuparse algunos por las distintas reacciones, incluso cuando están cargadas de las propias visiones personales. Es una catarsis colectiva. El fondo común es la “indignación ética” y esta reacción es justa y necesaria, sobre todo cuando quienes debieron hacer justicia no la hicieron.

No se trata pues de una batalla ideológica. No se trata de una campaña mediática. No se trata de una teoría. Se trata de una experiencia que hace aflorar y quedar al descubierto algunos valores fundamentales imprescindibles para todo ser humano: el rechazo a la maldad y el aprovecharse de niños y jóvenes inocentes e ingenuos.
Esta indignación es el clamor de la justicia, de la verdad y el deseo de proteger a los más débiles de la sociedad como son nuestros niños y jóvenes.

Esta indignación que he percibido este mes lo considero un acto religioso, incluso de los que no creen. Es una “indignación ética” pues sale al encuentro de valores absolutos que son intocables.

Si. Parece paradójico. Pero es desde esta indignación, es desde esta rabia que amamos a los afectados y nos hacemos uno con las víctimas. Es desde esta indignación que amamos a quienes no pudimos proteger en su momento y es un amor en nuestra oscuridad e impotencia.
La indignación nos lleva a luchar por cambiar la realidad. Por eso todos tenemos derecho de opinar, de exigir, de no pactar con la injusticia, pues hacerlo sería una traición a nuestro ser personas.

Si. Tengo rabia. Tengo dolor. Tengo indignación al descubrir más personas dañadas. Quizás más que nunca entiendo cuando Jesús cogió un látigo para echar a los vendedores del templo que traficaban con lo religioso.
Y desde esa oscuridad amo y voy a luchar contra todo aquel que ose escandalizar a un pequeño. Como diría Ernst Tugendhat: “De mansedumbre ni hablar. Una moral deja de serlo si olvida que consiste en exigencias comunes, sostenidas por los sentimientos de indignación mancomunadas”. 
Y quisiera parafrasear a la novelista Elizabeth Gaskell cuando afirma: "mi corazón se quemó dentro de mi por el dolor y la indignación. Durante toda la noche tuvimos retazos de sueño... veo que cada uno siente lo mismo. No sabía que era un sentimiento tan universal".