Creo que toda pareja que se siente feliz concuerda en la profunda
belleza de esa amistad vivida a diario: los diálogos cuando no se puede dormir,
o al despertarse a media noche; los momentos de intimidad; las risas juntos; la
complicidad cuando se está en un lugar que no se quiere estar y tu pareja te
salva despidiéndose; el de pronto darte cuenta que estás actuando como él, o él
como tú; los mil intereses compartidos a diario: la lectura, la música, el
trabajo, las conversaciones y reflexiones, la salud, la enfermedad, los
problemas y las alegrías. El saber que alguien en el mundo sabe lo que esperas,
deseas, sueñas, prefieres, rechazas, valoras… sentir que tú eres su mejor amiga
y la alegría de saber que él es tu mejor amigo.
Traigo a colación aquí algo que me llamó la atención
leyendo a la filósofa Simone Weil. Nunca se hizo católica, fue judía pero siempre admiró profundamente la figura de Jesús. Ella tiene una interpretación del todo
particular cuando Cristo dice: “Cuando dos o tres se reúnen en mi nombre ahí
estoy yo en medio de ellos”. Comentado este pasaje ella afirma que considera
que aquí Jesús hace más referencia a la pareja, pues no cree que se refiera a toda la comunidad.
Según la Weil ,la verdadera comunicación sólo se hace entre dos o tres. Es más
para ella Cristo es el tercero de una intimidad entre tú y tú:
«Todos saben que una verdadera comunicación íntima
sólo es posible entre dos o tres. Apenas hay seis o siete el lenguaje colectivo
comienza a dominar. Por ello creo que es una completa mala interpretación
aplicar a la Iglesia las palabras: “Cuando dos o tres se reúnen en mi nombre
ahí estoy yo en medio de ellos”. Cristo no dijo doscientos, o cincuenta o diez.
Él dijo dos o tres. El dijo precisamente que El forma el tercero en esta
intimidad del tú a tú»[1].
Debo decir que su interpretación del texto me
pareció muy aguda. Estoy totalmente de acuerdo con ella, que Dios es el tercero
en esa conversación íntima y profunda de a dos. Siempre me ha costado abrir mi
corazón con muchas personas como testigos. Y aunque parezco muy sociable no me
siento tan a gusto en reuniones masivas donde no se puede generar esta apertura.
Creo que una característica del diálogo de la amistad es esa profunda
intimidad, de cosas que no se cuentan delante de muchos, sino que son confiadas
al compañero de la vida para ser custodiado y resguardado en lo íntimo del corazón.
Creo además que hay algo particular en esta amistad
entre hombre y mujer donde el misterio del otro aparece quizás un poco más
oculto: «los dos sexos, por tanto diferentes, permanecen siempre un poco opacos
uno para el otro; más aún, el amor que los une vive de ese misterio recíproco,
se apoya en parte sobre la imposibilidad de “comprenderse” uno a otro»[2].
Y este no comprender del todo, lleva a la confianza Para toda amistad humana se necesita un acto de “fe” humano para confiar en el otro. Por ello, la amistad
en la pareja es una escuela de respeto porque aquello que no comprendemos del
otro se mantiene en el misterio de su ser. Creo que en la pareja se vive lo
que se vive en la vida mística, aprender
a respetar y a amar lo que no se
comprende del todo[3].
La verdad es que me encanta a veces cuando no llego a entender la
profundidad del alma de mi marido… simplemente me detengo en puntillas y lo
contemplo, como cuando rezo a Dios…