lunedì 18 aprile 2016

No hay que tener miedo


No hay que temer el caos. 
Si las aguas se mueven es señal de vida y de cambio. 
No hay que querer regresar a la aparente paz de un charco de aguas podridas.
Cuando contemplo el bosque por donde camino cada día es bastante desordenado, justamente porque está vivo: nace, crece, se multiplica, se destruye, renace, florece. El caos es señal de vida. 

No hay que tener miedo al carrusel de sentimientos como la ira, tristeza, alegría, decepción, esperanza y desesperanza. En un tiempo de crisis, cuando lo más querido se tambalea por dentro, es tan humano sentir de todo, y tan importante vivir con profundidad cada una de las experiencias y sentimientos.

No hay que tener miedo a los que hablan por justicia, a los que hablan con dolor, a los que hablan con verdad, a los que hablan sin reflexión, a los que hablan por tristeza, a los que hablan por venganza o ignorancia. Lo único que siempre queda al final, es la verdad de lo que somos y hacemos. Y nada ni nadie nos puede apartar de eso.

No hay que tener miedo a decir lo que pensamos, confundiendo prudencia con pusilanimidad. A veces el mal nos quiere frenar bajo prisma de no buscar el conflicto. En un mundo donde el mal y el bien se hayan juntos, -empezando por nosotros mismos- siempre habrá conflicto y sólo descansaremos cuando muramos.

No hay que tener miedo a callar si la situación lo amerita.

No hay que tener miedo a hablar si la situación lo amerita.

No hay que tener miedo a ser humildes, a bajar las defensas.

No hay que tener miedo a equivocarnos, a fallar, a fracasar.

No hay que tener miedo de cansarnos. 

No hay que tener miedo de rebelarnos.

No hay que tener miedo de sentirnos confundidos, dudosos, perplejos, inseguros, sin certezas… es el verdadero camino de la vida y del misterio de la fe, que camina más en la oscuridad que en la luz.

No hay que tener miedo de cargar nuestro pecado y el de los que nos precedieron, sólo así todos nos redimiremos.

No hay que tener miedo a que nos destrocen sintiendo el dolor de la pérdida. Pensemos en cómo se hace el pan. Es el trigo, el mismo grano que primeramente debe ser triturado, para que luego junto a otros granos triturados se puedan convertir en la masa que luego dará como fruto el pan. Si se quiere edificar algo nuevo, porque descubrimos que el edificio tenía los cimientos débiles o corroídos, sólo se edificará con el grano triturado del orgullo, la vanidad, el dolor, la tristeza, la decepción. No se puede ser de Dios si uno no se deja triturar por todo lo que ha llevado el signo de la muerte.


Y si sentimos miedo sólo recordemos que Dios no falla, porque nada ni nadie puede apartarnos de su amor.

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