martedì 7 maggio 2019

La cuna sin tí




Ha pasado ya un tiempo de tu partida y aún no había podido escribirte.

Las lágrimas  esfumaban toda letra y el dolor atoraba mis palabras.
En una tarde en que tu cuerpo no te respondía y sufrías con el desgaste de tus fuerzas recuerdo que me dijiste cuánto extrañabas el consuelo de tu madre como hoy extraño el tuyo.
Hay una soledad que todos padecemos, pero la soledad del huérfano es propia.
Extraño tu voz dulce, tu ternura continua, tu consuelo en mis problemas, tu orgullo de madre, tus ojos que leían mi alma como en un espejo y que me hacían sentirme conocida y comprendida hasta lo más íntimo de mi ser.
Extraño tu bondad sin límites, tu inocencia de niña, tu sabiduría añeja y tus bromas vivarrachas.
Extraño tu compasión por todo el que sufría y te necesitaba
extraño tus ojos contemplando tu jardín y tus margaritas.
Extraño tu voz entusiasta cantando en misa, y tu mirada fija clavada en el Sagrario.
Extraño viendo nuestra telenovela juntas, bailando con la música o escuchando tus poemas de Cabral.
Extraño no poder leerte por primera vez, como siempre lo hacía cualquier escrito o ensayo que publicaría.
Con tu partida perdí la cuna a la que siempre regresaba para sentir tu suavizo  canto y tus cuentos de hadas con el que lograbas convencerme de mundos infinitos y desconocidos.

Con tu partida maduré y de pronto estoy de pie con la frente en alto y como lanzada al mundo. Con tu partida estoy dispuesta a seguir viviendo el misterio de la existencia y ser para otros lo que tu fuiste para mi: una madre de amor sin límites, de amor feliz y entregado con el que pude saborear el corazón infinito de Dios.
Recuerdo tus últimas palabras antes de despedirnos: recuerda que Dios te llamó, eres de él y nunca te ha dejado. Te llamó desde pequeña cuando con tus ojos negros parecía que querías abrazar el mundo. Este es sólo el inicio mi querida negrita”.
Si madre, este es sólo el inicio de tu camino en mi y de mi camino en ti.
Te quiero con toda mi alma,
Tu hija Rocío.
 
 



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