Quiero agradecer enormemente a Chantal Götz, de la Fundación Fidel Götz, por la invitación que me hiciera a participar junto con seis grandes mujeres representantes de la fundación Gotz, y de fundaciones católicas asociadas a FADICA (Foundations and Donors interested in Catholic activities) en una semana intensa de diálogo con cardenales, obispos y laicos de las diversas Congregaciones y Dicasterios de la Santa Sede. Mujeres comprometidas con la Iglesia apoyando proyectos concretos de promoción de la mujer, de solidaridad con los más necesitados, así como con proyectos de educación y apoyo a la Iglesia local y universal.
Es un grupo que viene trabajando desde el 2006 en mantener un diálogo abierto, sincero, propositivo con las autoridades eclesiales en una actitud de servicio y amor a la Iglesia con el fin de promover a la mujer en ella.
En el imaginario colectivo tanto dentro como fuera
de la Iglesia se suele interpretar desde distintos ángulos el tema de la mujer
y su participación eclesial. Algunos quizás se preguntan: ¿Por qué preocuparse
de este tema si es que a lo largo de los siglos la presencia de la mujer en la
Iglesia ha sido más que evidente tanto en la vida parroquial, en la educación
de los hijos, en la catequesis, en la atención a los pobres, enfermos y
marginados de nuestra sociedad? ¿Buscar
una mayor presencia de la mujer en la Iglesia no tendrá como motivación una intención
de reivindicación y de búsqueda de poder frente al liderazgo masculino?
¿Consideramos que por mayor presencia de la mujer entendemos acceder al
ministerio sacerdotal y que por ello cualquier avance en este sentido no tiene
otro fin que llegar al mismo? ¿Para qué es necesario hablar de la promoción de
la mujer cuando ya Juan Pablo II profundizó en la riqueza del genio femenino? ¿Es
acaso necesaria una presencia efectiva de la mujer y no es suficiente la
conciencia de la dimensión mariana de la Iglesia y su importancia simbólica?
Creo que la riqueza de encuentros, diálogos y
reflexiones en la última semana de octubre en Roma, nos ayudó a perfilar lo que
sentimos y pensamos sobre este tema de gran importancia y a poder compartirlo e
intercambiar ideas y opiniones.
Como señalara Benedicto XVI, en la entrevista que le
hiciesen en su viaje a Alemania, a lo largo de la historia la presencia de la
mujer en la dimensión carismática de la Iglesia ha sido fundamental: tanto en
la familia, como en la educación, en la catequesis, la vida de fe y santidad el
aporte de las mujeres ha sido más que visible. Sin embargo, consideraba que
sería necesaria una mayor presencia en las estructuras de la Iglesia. Papa
Francisco, en la entrevista concedida en la Civiltá Cattolica vuelve a insistir
sobre la necesidad de una una presencia más incisiva de la mujer en la Iglesia.
Nos hemos sentido apeladas por este llamado. Creo
que es una tarea de los pastores y obispos, pero creo también que es una
responsabilidad ante la cual las mujeres no podemos quedarnos de brazos
cruzados. La intención que nos ha de mover no es una búsqueda malsana de
“poder”. De cara a Dios queremos renovar nuestro profundo amor a la Iglesia,
nuestro compromiso con ella y con todo el Pueblo de Dios. Nos sentimos
invitadas a responder a los dones y talentos que Dios nos ha regalado, con la
conciencia que todo puesto de mando y liderazgo es ante todo un ejercicio de
servicio y amor. No soy partidaria de aplicar las “cuotas” en la Iglesia o la
necesidad de simplemente abogar por una mayor “presencia numérica” que no creo
que resolvería el problema. Es claro que la Iglesia no es una ONG, ni una
empresa más. Sin embargo, como toda estructura humana y que en este caso
concreto tiene también una dimensión divina, para que pueda responder a los
desafíos del mundo actual y ser el rostro visible de Dios en la tierra, no
puede no contar con el aporte tanto de la dimensión masculina como de la
dimensión femenina. Considero que en este momento crucial de nuestra historia,
donde cada vez se hace más difícil una relación armoniosa entre el hombre y la
mujer, es necesario que como Iglesia vivamos esta reciprocidad evidenciando el
llamado a vivir la comunión y la riqueza de la igualdad en la diferencia para
la construcción de la sociedad. Cada vez hay una mayor claridad, que la
presencia de mujeres y hombres tanto en el ámbito familiar como en el ámbito público
enriquecen enormemente la sociedad. Es muy importante que en la toma de
decisiones la diversidad y riqueza del hombre y la mujer estén presentes. Y es
por ello que los últimos Papas han hablado de la necesidad de esta mayor
presencia de la mujer en las “estructuras” de la Iglesia. En el liderazgo
eclesial el rostro y la imagen hacia el mundo no puede ser un rostro exclusivamente
masculino.
Pero, es que acaso, cuando hablamos de liderazgo en
las estructuras de la Iglesia ¿estamos hablando de la ordenación sacerdotal de
las mujeres? Como diría el Papa Francisco, no queremos “un machismo con
faldas”. Creo que este llamado del Papa a la mayor presencia en las estructuras
se puede dar en múltiples situaciones que se alejan de una homologación de
roles y funciones y que no pretenden el
sacerdocio femenino. Esta semana en Roma ha sido intensa y gratificante.
Encontrar en la Pontificia Comisión de Justicia y Paz a una mujer como
sub-secretaria y verla con un liderazgo del todo femenino ha sido una gran
alegría. Hemos encontrado mujeres trabajando con un interesante liderazgo en
Secretaría de Estado, en la Radio Vaticana, en la Filmoteca, en el ámbito de
las comunicaciones, en el governatorato. Mujeres profesionales y llenas de amor
por Cristo y su Iglesia. Es cierto que aún su presencia es muy escasa. ¿Dónde y
cómo podríamos expandir esta presencia afectiva y efectiva para que nuestra
Iglesia no se vea excluida del aporte y liderazgo femenino?
En el diálogo de esta semana surgieron muchas
posibilidades que fueron confirmadas por nuestros pastores: promover la
presencia de las mujeres en los tribunales eclesiásticos, alentar la posibilidad de la enseñanza teológica de la mujer en los
seminarios para que los futuros sacerdotes vayan enriqueciéndose con la
perspectiva femenina de ahondar en el misterio, así como en una vivencia
respetuosa y connatural en su relación con las mujeres; aumentar la consultoría
en los diversos Dicasterios y Congregaciones; repensar la posibilidad real de
mujeres con puesto de liderazgo al interno de las estructuras. Nos impulsa la
conciencia que si Dios nos ha dado dones y talentos son para ponerlos al
servicio de Dios y de los hombres.
El camino hacia el cambio es lento y no carente de
obstáculos. Pero no por ello deja de ser importante y necesario impulsarlo. La
disponibilidad y la necesidad de estos cambios lo hemos percibido en muchos de
los encuentros que tuvimos.
Y en esta renovación el Papa Francisco no sólo nos
impulsa a potenciar nuestro liderazgo sino a encaminarlo hacia las necesidades
de los más pobres y sufridos. Nos ha recordado que lo esencial del cristianismo
es volcarse solidariamente al pobre, al enfermo, al oprimido y excluido. ¡Cuál
no ha sido nuestra alegría al escuchar las iniciativas que el mismo Papa está
llevando adelante! Como Cardenal Bergoglio su preocupación por el tema de trata
de mujeres y niñas era notable. Ahora como Francisco, él de manera personal, ha
pedido tanto a la Academia de las Ciencias Sociales, como a la Pontificia
Comisión Justicia y Paz que se vuelquen hacia un estudio sobre el tema de trata
par ver cómo incidir contra esta nueva esclavitud del s. XXI que se extiende
hacia la vulnerabilidad de la pobreza femenina. Esta especial sensibilidad del
Papa Francisco nos invita a sensibilizarnos y concretizar en acciones esta
violencia contra las mujeres.
En el reciente mensaje que el Papa Francisco diera a
las mujeres con ocasión del Congreso realizado por la sección mujer del
Pontificio Consejo para los Laicos, el Santo Padre invitó a que no se redujera
la maternidad a un rol social como excusa para una falta de presencia de la
mujer en el ámbito social. Al mismo tiempo, me llamó la atención cuando señaló
que él ve con dolor como muchas veces en nombre del “servicio” lo que él ve es
“servidumbre” por parte de las mujeres.
Y aquí quisiera detenerme a realizar tres
observaciones que me parecen fundamentales y que brotan de este mensaje. Muchas
veces en nombre de la “maternidad” se justifica la falta de la presencia
femenina en el ámbito público. Creo que los tiempos exigen que tanto la mujer y
el hombre asuman la hermosa tarea de la maternidad y la paternidad. Toda
familia necesita un padre y una madre. Y al mismo tiempo, tanto la maternidad
como la paternidad no los excluye a ambos de participar activamente en la
construcción de un mundo mejor.
Una segunda observación es que es cierto que hasta
el s. XX había habido un vacío en la reflexión sobre la mujer. Y fue importante
que se comenzara a pensar sobre ella. Se le atribuyó a lo femenino las
características de servicio, capacidad de sacrificio, intuición y fortaleza,
entre otras. Es positivo que se hayan resaltado algunas características como
tendencias de lo femenino quizás a veces no valoradas. Eso, no debe hacernos
caer en la tentación de distinguir lo femenino y lo masculino en facultades
diversas cayendo en un reduccionismo un tanto simplista: los hombres racionales
y las mujeres emotivas, sensibles y serviciales. Tanto los hombres como las
mujeres estamos llamados a vivir todas las virtudes como el servicio, y al
mismo tiempo a utilizar todas nuestras facultades como la racionalidad y la
emocionalidad. Digamos que la diferencia va en la línea de la coloración de
cada facultad y virtud, en la aproximación a la realidad y a cómo manejamos y
enfrentamos la vida. No son distinciones rígidas o intercambiables. Por ello,
es interesante que cuando el Papa habla de “servidumbre” se refiere a una
errada interpretación que la única que debe “servir” es la mujer, en una
actitud servil que no invita al hombre a participar de esta característica
propia de Jesucristo. Al mismo tiempo, el servicio no puede malinterpretarse
como una actitud pasiva que excluya a la mujer de ejercer liderazgo, de dar su
opinión, de tener una actitud recíproca en el proceso decisional junto a los
hombres, tanto en la familia, en el trabajo y en todos los ámbitos de la
sociedad: esto también es servicio.
En fin, todas estas reflexiones no
hacen mas que llenar nuestro corazón de alegría y esperanza. El Papa es directo
y claro. No tiene miedo. Y al mismo tiempo vemos a un hombre que no se queda en las palabras o
en la teoría. Sino que busca que se “haga vida”. Sólo a manera de ejemplo: el
Vaticano ha aceptado con alegría la propuesta de construir y abrir un
asilo-nido para las familias y mujeres que trabajan dentro. ¿No vemos en esta
iniciativa una acción concreta una mayor sensibilidad frente al tema de la
mujer? Vamos caminando como Iglesia y me alegra enormemente.
Excelente forma de mantener abierto un tema crucial para la Iglesia y el mundo. Efectivamente, la categoría de reciprocidad es muy buena para aproximarse a las relaciones entre hombres y mujeres en todos los ámbitos. Creo sin embargo que la de complementariedad tiene todavía mucho que aportar a la misma reciprocidad, ha cierta incompletez en cada uno que debe ser asumida con humildad, pero en fin, siempre en diálogo. Me parece excelente el post pero más la experiencia que relatas. Saludos y oraciones
RispondiEliminaComo sábes bien Manuel los términos se enriquecen entre sí. El término complementariedad tiene sus limitaciones y esto fue estudiado por Giulia di Nicola y Attilio Danese y retomado por el Card. Scola. El problema del término complementariedad está a nivel filosófico. Pues complementariedad viene de Platón y de la teoría de Platón sobre el varón y la mujer. Son dos mitades que se tienen que reencontrar. No pocos estudiosos por ello han hecho notar que el término es limitado filosóficamente hablando, pues no es que la mujer se "completa" con el hombre, o el hombre se "completa" con la mujer. Tanto el hombre como la mujer son personas en sí, y completas, pero obviamente con la presencia del otro se perfeccionan, pues sólo en Dios la relación es identidad; en el ser humano sólo por analogía. Es por ello, que cuando trabajaba en el Vaticano vimos importante frente a la complementariedad añadir reciprocidad, para comprender que se trata de dos personas únicas e irreptibles, "completas" pero que se ayudan recíprocamente en la igualdad y en la diferencia. Así se propuso el término como una reciprocidad no simétrica, ni jurídica, sino como una relación amorosa de comunión, donde se respeta la dignidad pero se afirman las diferencias.
EliminaGracias por leerlo y por tus comentarios. Un abrazo.
Eliminaolvide decirte, mi correo es cherrerara@hotmail.com
RispondiEliminaNo sé que pasó, que no publique el mensaje anterior.
RispondiEliminaTe decia, que bonita experiencia, y buen articulo, yo quiero hacer un trabajo de investigación sobre este tema, podría entrevistarte?