Fui siempre un poco idealista. Un poco naïf. Bastante
ingenua. Lo sigo siendo. Me es difícil pensar mal de alguien, me es difícil
desconfiar y suelo no calcular los riesgos cuando de abrir el corazón se trata.
No me cuesta mucho perdonar. Olvido las ofensas y sigo dando oportunidades. Si.
Así soy. Pero, ¿Qué hago? Anhelo un mundo feliz. Quisiera que no hayan guerras,
ni injusticias, ni pobres, ni sufrimientos. Quisiera que todos seamos amigos,
que nadie esté enemistado con nadie, que puedas tender la mano sin recibir a
cambio una serpiente, me gustaría un mundo sin dobleces, ni hipocrecías. Un mundo
sin miseria y dolor. Pero no es real. No
es posible. No en esta vida.
Eso hace que muchas veces no sea tan feliz. No podré ser
plenamente feliz. Y he renunciado a ello. Antes buscaba la felicidad
continuamente. Trataba de ver siempre lo bueno en cualquier situación, aunque
fuera la más oscura y pesada que viviera. De eso ya me cansé.
Sin embargo, no me resigno tampoco a una actitud derrotista,
pesimista, amargada o desesperanzada. Ni tampoco me conformo con una actitud
melacólica de quien espera un futuro mejor para el mundo. Esa tampoco soy yo.
Mis amigas fraternas me bromeaban diciendo que en mi
epitafio me pondrían “la que siempre se preguntaba por lo que tenía que hacer
en el mundo”. Mi sensación era de tal impotencia, de tanto deseo de hacer el bien,
de sentirme perdida y desorientada en un mundo que no te da claves para
orientarte que pensé que esa pregunta jamás la contestaría.
Quizás pensaba que a mayor relación con Dios el panorama se
me aclararía. A mayor oración la certeza crecería. Para serles sinceros ha sido
todo lo contrario. Tengo menos luz, menos certezas interiores, pero un hilo
fuerte de fe, templado como un nylon que aunque delgado resiste y resiste.
Y creo que encontré a los cuarenta y tantos años algunas
claves fundamentales para vivir que son mi pan de cada día, como ese pan
calentito que provoca comer con mantequilla derretida y un poco de mermelada.
- No darle vueltas a lo que no entiendo. Si no lo
entiendo es porque no ha llegado el momento de entender y hay que esperar con
silencio para que aflore la verdad del alma.
- - No culparme inutilmente. Cuando hice un error lo
hice. Hay que pedir perdón, levantarse al día siguiente y enmendar en lo
posible.
- - No querer eternizar la felicidad que siento. Soy
feliz y es bueno y estoy abierta a lo que la vida me depare.
- - Gozar del momento presente, agradecer cada día
lo que la vida nos ofrece: el alimento, la compañía, la familia, el amor, un
abrazo, un beso, una lectura, un pensamiento, una película.
- Tener siempre el silencio para estar contenta a solas conversando conmigo.
- No se necesita mucho para ser feliz. Y cuanto
menos se tiene para mi humilde entender la vida se complica menos. Lo simple
siempre es más simple.
- - No pretender cambiar a nadie. No podemos cambiarlos, solo aceptarlos.
- Seguir mis intuiciones, aunque sean oscuras,
aunque sean imprecisas, actuar en buena conciencia y seguir.
- - Aferrarme a ese hilito de fe. Es mi única
certeza y es mi Fortaleza.
- - Escuchar mi cuerpo cuando se cansa, pues si él
se cansa es que mi alma y mi espíritu necesitan descanso y hay que obedecer.
- - Luchar y luchar. Cuando te levantas al día siguiente
y a veces no te levantaste con el pie correcto una ducha de agua fria ayuda a templar
bien los músculos y a decirte “levántate querida, un día más de lucha”.
- - No seguir buscando lo que la vida quiere de mi,
no seguirle preguntando a Dios, más bien obedecerle y obedecerme y así se va
aclarando el panorama. Y obedecerle es algo tan sencillo, como hacer lo que se
tiene que hacer, tratar de amar a los que tenemos delante y buscar hacer el
bien cuando se puede.
- - Seguir mi alma de gitana, cambiar cuando sienta
que tengo que cambiar, no aferrarme a lo que ya me da seguridad, pues el que
nace Gitano se queda Gitano. No me gusta estar en el puerto ni anclada.
- - Seguir esa búsqueda insaciable por lo nuevo,
pero no por la novedad sino por aquello que me da vida y hace que me renueve.
- - Cultivar mis antiguas y nuevas pasiones. Ahora estoy concentrada en la cocina, en el rugby, y en el deporte, pero como quisiera comerme el mundo entero creo que los años me van al faltar con todas las ganas que tengo de hacer y aprender a hacer muchas cosas.
- - Seguir siendo una buscadora de Dios y del ser
humano.
- - Reírme un poco de mi misma: de mis errores, de
mis torpezas, de mis mil limitaciones que fastidian a los que me rodean pero
que aceptan los que me quieren.
- - Llorar un poco… hace mucho que no lloro. Es
cierto que estoy muy feliz. Pero siento que un llanto dentro de poco me vendría
bien.
- - Vivir la realidad sin mascaras: dejar que ella
sea y decir la verdad sobre ella, pero al mismo tiempo relativizarla pues mi
corazón estará resguardado para que solo entre aquello que me haga bien y haga
bien a los demás.
Esas son las cosas que me estoy repitiendo. Me es difícil practicarlas pero intento. Al
ser cada persona tan distinta, creo que
todos tendríamos que tener nuestras claves personales… estos son mi pan de
cada día, ese pan calentito con mantequilla y mermelada.
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