domenica 8 dicembre 2013

Pan calentito con mantequilla y mermelada...



Fui siempre un poco idealista. Un poco naïf. Bastante ingenua. Lo sigo siendo. Me es difícil pensar mal de alguien, me es difícil desconfiar y suelo no calcular los riesgos cuando de abrir el corazón se trata. No me cuesta mucho perdonar. Olvido las ofensas y sigo dando oportunidades. Si. Así soy. Pero, ¿Qué hago? Anhelo un mundo feliz. Quisiera que no hayan guerras, ni injusticias, ni pobres, ni sufrimientos. Quisiera que todos seamos amigos, que nadie esté enemistado con nadie, que puedas tender la mano sin recibir a cambio una serpiente, me gustaría un mundo sin dobleces, ni hipocrecías. Un mundo sin miseria y dolor.  Pero no es real. No es posible. No en esta vida.

Eso hace que muchas veces no sea tan feliz. No podré ser plenamente feliz. Y he renunciado a ello. Antes buscaba la felicidad continuamente. Trataba de ver siempre lo bueno en cualquier situación, aunque fuera la más oscura y pesada que viviera. De eso ya me cansé.

Sin embargo, no me resigno tampoco a una actitud derrotista, pesimista, amargada o desesperanzada. Ni tampoco me conformo con una actitud melacólica de quien espera un futuro mejor para el mundo. Esa tampoco soy yo.

Mis amigas fraternas me bromeaban diciendo que en mi epitafio me pondrían “la que siempre se preguntaba por lo que tenía que hacer en el mundo”. Mi sensación era de tal impotencia, de tanto deseo de hacer el bien, de sentirme perdida y desorientada en un mundo que no te da claves para orientarte que pensé que esa pregunta jamás la contestaría.

Quizás pensaba que a mayor relación con Dios el panorama se me aclararía. A mayor oración la certeza crecería. Para serles sinceros ha sido todo lo contrario. Tengo menos luz, menos certezas interiores, pero un hilo fuerte de fe, templado como un nylon que aunque delgado resiste y resiste.

Y creo que encontré a los cuarenta y tantos años algunas claves fundamentales para vivir que son mi pan de cada día, como ese pan calentito que provoca comer con mantequilla derretida y un poco de mermelada.
 -       No preocuparme del futuro. ¿Para qué? Si ni siquiera sabré si el próximo año seguiré en esta tierra.
- No darle vueltas a lo que no entiendo. Si no lo entiendo es porque no ha llegado el momento de entender y hay que esperar con silencio para que aflore la verdad del alma.
-       - No culparme inutilmente. Cuando hice un error lo hice. Hay que pedir perdón, levantarse al día siguiente y enmendar en lo posible.
-       - No querer eternizar la felicidad que siento. Soy feliz y es bueno y estoy abierta a lo que la vida me depare.
-       - Gozar del momento presente, agradecer cada día lo que la vida nos ofrece: el alimento, la compañía, la familia, el amor, un abrazo, un beso, una lectura, un pensamiento, una película. 
     - Tener siempre el silencio para estar contenta a solas conversando conmigo.
     -  No se necesita mucho para ser feliz. Y cuanto menos se tiene para mi humilde entender la vida se complica menos. Lo simple siempre es más simple.
-       - No pretender cambiar a nadie. No podemos cambiarlos, solo aceptarlos.
     - Seguir mis intuiciones, aunque sean oscuras, aunque sean imprecisas, actuar en buena conciencia y seguir.
-       - Aferrarme a ese hilito de fe. Es mi única certeza y es mi Fortaleza.
-       - Escuchar mi cuerpo cuando se cansa, pues si él se cansa es que mi alma y mi espíritu necesitan descanso y hay que obedecer.
-       - Luchar y luchar. Cuando te levantas al día siguiente y a veces no te levantaste con el pie correcto una ducha de agua fria ayuda a templar bien los músculos y a decirte “levántate querida, un día más de lucha”.
-       - No seguir buscando lo que la vida quiere de mi, no seguirle preguntando a Dios, más bien obedecerle y obedecerme y así se va aclarando el panorama. Y obedecerle es algo tan sencillo, como hacer lo que se tiene que hacer, tratar de amar a los que tenemos delante y buscar hacer el bien cuando se puede.
-       - Seguir mi alma de gitana, cambiar cuando sienta que tengo que cambiar, no aferrarme a lo que ya me da seguridad, pues el que nace Gitano se queda Gitano. No me gusta estar en el puerto ni anclada. 
-       - Seguir esa búsqueda insaciable por lo nuevo, pero no por la novedad sino por aquello que me da vida y hace que me renueve.
- - Cultivar mis antiguas y nuevas pasiones. Ahora estoy concentrada en la cocina, en el rugby, y en el deporte, pero como quisiera comerme el mundo entero creo que los años me van al faltar con todas las ganas que tengo de hacer y aprender a hacer muchas cosas.

-      -  Seguir siendo una buscadora de Dios y del ser humano.
-       - Reírme un poco de mi misma: de mis errores, de mis torpezas, de mis mil limitaciones que fastidian a los que me rodean pero que aceptan los que me quieren.
-       - Llorar un poco… hace mucho que no lloro. Es cierto que estoy muy feliz. Pero siento que un llanto dentro de poco me vendría bien.
-       - Vivir la realidad sin mascaras: dejar que ella sea y decir la verdad sobre ella, pero al mismo tiempo relativizarla pues mi corazón estará resguardado para que solo entre aquello que me haga bien y haga bien a los demás.


Esas son las cosas que me estoy repitiendo. Me es difícil practicarlas pero intento. Al ser cada persona tan distinta, creo que  todos tendríamos que tener nuestras claves personales… estos son mi pan de cada día, ese pan calentito con mantequilla y mermelada.

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