Para no aburrirlos con un post muy
largo, voy a escribir tres pequeños posts sobre el libro “Dalla parte dei
poveri”.
Acabo de terminar de leer el libro de Gustavo Gutiérrez y el Prefecto para la
Congregación para la Doctrina de la Fe, el arzobispo Gerhard Ludwig Muller. Lo recomiendo
vivamente. He escuchado comentarios señalando que el arzobispo Muller ha sido
ingenuo al avalar a Gutiérrez, no sabiendo el daño que hizo la teología de la
liberación en América Latina. Creo efectivamente que toda postura extremista ya
sea de derecha o izquierda que conlleve una visión ideológica y conflictiva es
problemática y hace daño. Sin embargo, al mismo tiempo, no puedo de dejar de
valorar todo el bien que las personas en buena fe hicieron en su momento. Como
diría el Papa Francisco, por más que él no compartía la visión marxista,
siempre apreció el compromiso que éstos tuvieron con los pobres. Muchas veces, o mejor dicho casi siempre la cizaña está junto al trigo.
Al
terminar el libro, mi percepción más que una crítica de ingenuidad hacia el
Prefecto para la Doctrina de la Fe me ha dejado muchas impresiones positivas al
respecto:
Aprecio
honestamente la sinceridad intelectual de Gustavo Gutiérrez. Creo que su
teología tuvo excesos en su momento y confusiones que fueron motivadas por la
situación de pobreza y desigualdad que él y muchos percibían en América Latina,
así como por el influjo del marxismo en su época.
Considero
que su diagnóstico fue correcto, más no sus respuestas.
Los
años, la experiencia, las correcciones, los cambios históricos han hecho que
Gustavo Gutiérrez modere sus posturas y corrija sus errores por lo cual lo
aprecio y lo respeto. La humildad es la característica profunda de una persona
intelectualmente honesta. Como señala el mismo Gutiérrez: “en la teología es
necesario siempre estar dispuesto a modificar las propias opiniones en función
del servicio de la comunidad de los creyentes. (…) No se puede prescindir de la
doctrina y de la experiencia vivida en el ámbito de la Iglesia en el cual el
Magisterio custodia e interpreta auténticamente el depósito de la fe” (p. 13).
En mi
tesis doctoral critiqué algunos puntos de la teología de la liberación que me
parecían problemáticos. Me llamó la atención que de los tres elementos que
critiqué en este libro se corrigen aquellos que me parecían más preocupantes:
a) Por un lado relativiza la
teología de la liberación, pues él mismo dice que puede servir para una época,
para una región y que no puede ser una teología que intente abarcar toda la
realidad. Se aleja así de una postura ideológica considerando a la teología de
la liberación como la única teología o la única perspectiva de mirar la
realidad: “en este contexto las diferentes teologías son útiles e importantes
esfuerzos, a condición que no se consideren únicas e indispensables y que sean
conscientes de su rol de modesto servicio en la misión fundamental de la
Iglesia”.
b) La pregunta frontal que se
hacía Gutiérrez al inicio era ¿Cómo decirle al pobre que Dios lo ama? Esta
preocupación fue válida desde sus comienzos. ¿Cómo hablar de Dios a una
sociedad cargada de miseria, desigualdades, injusticias y sufrimiento? Creo que
la teología de la liberación poniendo cómo punto de partida a los pobres, no
trata como diría Muller solucionar la
realidad de injusticia: “la pregunta de fondo tiene una orientación teológica.
¿Cómo se puede hablar de Dios, de Cristo, del Espíritu Santo, de la Iglesia, de
los sacramentos, de la gracia y de la vida eterna frente a la miseria, la
opresión de los seres humanos en el tercer mundo teniendo presente que
consideramos al hombre como creado a imagen de Dios, por el cual Cristo ha
muerto para que el ser humano experimente a Dios como salvación?” (p. 79)
Entonces
el punto de partida sigue siendo válido. Es más, como señalara Muller, ese
punto de partida de la opción preferencial por los pobres no tiene origen en el
marxismo, su origen está en el mismo Evangelio, en el Cristo que se hizo pobre
e invitó a todos a la pobreza del Evangelio. La misma propuesta marxista tiene
orígenes judeo-cristianos (no sobre la lucha de clases evidentemente, sino
sobre el compromiso con el pobre).
El
problema mayor fue la respuesta ideológica que Gutiérrez y algunos de sus
seguidores dieron y que ahora corrige con total sinceridad: “Es necesario
reconocer que los conflictos sociales como un hecho no puede llevar a proponer
el desencuentro social como método de transformación de la sociedad. No podemos
aceptar la lucha de clases”. (p. 10).
Entonces,
de manera sencilla, como primer punto podemos concluir que Gustavo Gutiérrez ha
dejado la pretensión de que sea la única respuesta teológica, al mismo tiempo
quiere seguir respondiendo a la pregunta sobre Dios desde la opción de los
pobres y ha eliminado en su visión la lucha de clases como respuesta a la
misma. ¡Buenas correcciones querido compatriota! Seguiré comentando su libro en
los siguientes posts.
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