Quizás no soy políticamente correcta. Quizás puedo herir
sensibilidades con lo que siento y pienso. Pero es verdad. No soy políticamente
correcta cuando digo que me gusta visitar los cementerios porque me dan mucha
paz y porque en el fondo siento que la muerte es sólo un signo de la verdadera
realidad que viene con el más allá.
Quizás no soy políticamente correcta al decir que no me gusta
cuando todo me va bien, que me aburre una vida cómoda e instalada pensando que
175 millones de mis hermanos latinoamericanos viven por debajo del nivel de la
pobreza.
No soy políticamente correcta, al no admirar a los grandes y
poderosos, ni a los políticos, ni a los exitosos, ni a los que tienen mil
títulos y libros enredados. No envidio a los que tienen dinero, ni a los que
viajan mucho. No me llama la atención los puestos ni los honores.
No me gustan
los ambientes acartonados de algunos
intelectuales. Rechazo el formalismo y las jerarquías. Sinceramente no
me llama la atención.
Han habido mujeres en la
historia que me han impactado fuertemente. Una de ellas fue Etty Hillesium por
su búsqueda por la verdad, por su amor enorme, por su deseo sincero de perdonar
a los alemanes cuando la llevaban a los campos de concentración. Ella decidió como hebrea, quedarse con su pueblo
para pasar la suerte de su pueblo habiendo podido escapar de Holanda.
Otra de ellas es Madre Teresa, quien decidió ser una pobre entre las pobres porque sólo
así podía reconocer el rostro de Dios en los sufrientes. Durante muchos años vivió la noche oscura y aceptó con reciedad vivir este dolor pues sabía que así podía comprender la tristeza de los abandonados.
Finalmente Simon Weil quien siguió con rectitud lo que su conciencia le dictaba y
decidió vivir como pobre pues se sentía en deuda con la miseria humana.
Y de estas tres mujeres hay algo que realmente me atrae. Ellas sintieron la atracción por vivir con
los pobres, los sufridos. A veces pienso
que estas mujeres a través de los olvidados de este mundo podían ver a Dios. Y
cuánto las entiendo. No oso compararme con estas mujeres. Pero sólo quiero
decir que me atrae lo que a ellas les atrae. Me siento en deuda con la
humanidad. No quiero tener muchos bienes y gracias a Dios no los tengo. Quiero
compartir la suerte del que sufre. Porque así puedo siempre ver el rostro de
Dios.
Quizás no soy políticamente correcta. Quizás me dirán masoquista.
Pero no es así. No quiero que nadie sufra. Pero como el mundo está lleno de
sufrimiento prefiero estar donde está la mayoría. En el lado de los sufridos. Y
no porque me guste el sufrimiento. Sino porque siento a Dios. Nada más.