giovedì 3 settembre 2015

A sus 93


Escucho a gente que dice que la ancianidad es horrible, que no les gustaría llegar a depender de los demás, o a sentir que las propias facultades se van minando aceleradamente. Obviamente que hay situaciones en la ancianidad muy difíciles y que nadie las querría. Sin embargo, hoy me encantó escuchar a mi padre decirme que si seguía así, le gustaría llegar a los 100 años.
Ni la falta de visión clara y oído, ni su paso lento le es obstáculo para seguir disfrutando de la vida e incluso hacer que ella se convierta en un reto de valientes.
La falta de visión la ha suplido con el tacto y su aguda inteligencia. Como buen matemático todo lo tiene calculado: desde los pasos de un lugar a otro, pasando por los distintos muebles que le van sirviendo de apoyo hasta llegar a las ligas que usa para subdividir cajas, cajitas y estuches donde ordenadamente coloca todo lo que le hace falta y tiene que tener a la mano.
Siempre de niña sabía que cualquier cosa que necesitaba él la iba a tener y aún sigue siendo así. Si necesito un imperdible mi papá, unas tijeras mi papá, un gebe, un clavo mi papá, pues él lo tiene todo ordenadito en distintas cajitas y envases.

Su sentido del humor hace que todos nos riamos en la casa. Especialista en poner apodos. Sabe reírse de las desgracias. Me gusta su corazón de niño cuando inventa palabras y se inventa ideas.  Me encanta verlo antes de almuerzo sentadito frente a su estéreo escuchando y cantando junto a Frank Sinatra.

A veces en silencio entro a su cuarto y lo veo sentadito con su mirada perdida. Si bien ha perdido visión parece que sus ojos del alma crecen con cada año que pasa. Le pregunto –¿qué haces? Me responde: “pensando”. Y puede quedarse ahí horas meditando con su lapicero y su portafolio de ingeniero poniendo por escrito cada página numerada sus distintas reflexiones. Le gusta acuñar aforismos, fruto de muchas experiencias y de una gran profundidad de espíritu. El último fue: “lo más seguro de la vida es la inseguridad”. Y luego se ríe cuando lo vive en carne propia.

El genio no se le va. Ya sé a quién salí.

Nunca he visto a mi padre aburrido. Es un hombre independiente pero con el corazón tranquilo porque está seguro de sus afectos y de lo mucho que lo queremos.

Ah viejo, nos pones a tus hijos la vara bien alta.

Si soy como tú también me gustaría llegar a los 100 años.

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