Son
muchísimos los animales que viven a la intemperie y que no necesitan de un
cobijo para vivir. Muchos antropólogos han estudiado el tema de cómo es posible
que el ser humano siendo una especie más evolucionada no haya desarrollado caracaterísticas
físicas que lo hiciesen más fuerte frente a la naturaleza y pudiese combatir
con el clima. Parece una paradoja efectivamente, que con el pasar del tiempo
los hombres no desarrollamos una piel más resistente, ni pelos que nos
ampararan del clima. Sin embargo, creo que esta paradoja es sólo aparente. Todo
parece tener una lógica más elevada, una inteligencia ordenadora del mundo y el
universo y en concreto de la existencia humana.
Lo
que aparentemente es una vulnerabilidad se convierte en una fortaleza. La
dificultad del clima y la debilidad humana llevó al hombre a refugiarse en
cuevas, a las que decidió con su inteligencia y creatividad decorar con
pinturas rupestres y hacer “suya” y “única” su cueva, lo llevó a “tener su
casita”.
Y
tener tu casita es algo más que una cuestión funcional o utilitarista. El
hombre es alguien incompleto que necesita del mundo que le rodea –persona y
cosas- para desarrollarse, perfeccionarse y enriquecerse. En este crecimiento
está en juego el propio destino. Se trata de un proceso activo, completo y
costoso en el que el sujeto debe invertir sus energías vitales y poner en
marcha estrategias sofisticadas para ir relacionándose con el mundo distinto de
él. Y sí, la propia habitación es este micro-cosmos que el ser humano crea como
refugio para revitalizarse y cargarse de energía: es el refugio para poder
descansar después de un día de trabajo, es el focolar donde uno convive con su
familia o acoge a sus más amigos, es el ambiente donde las paredes silenciosas
y cómplices escuchan nuestros pensamientos más profundos y nuestras hondas
penas. La casita es ese lugar
donde dejamos nuestra huella con su decoración irrepetibile o nuestro creativo
desorden.
Si,
es obvio que por eso y por mucho más el derecho a la vivienda es un derecho
inalienable de la condición humana. ¡Cuánto hay que agradecer por tener un
techo donde dormir! Y es justamente por ello, por esta gracia de la cual no
todos gozan que tenemos que convertir nuestros hogares y nuestras casas en
brazos abiertos para el huésped. Un huésped tiene que sentirse acogido,
respetado, en familia. No tanto por una cuestión de buenos modales o formalismo
educativo, sino más bien por querer compartir esa humanidad que vamos
construyendo en el hogar con los que nos rodean.
Toda
esta perolata viene con motivo que me voy a mi nueva casita. Un pequeño
departamento en el distrito que más quiero de Lima: Barranco. El distrito
pintoresco, bohemio, sencillo, artístico, marítimo y lleno de vida. Me mudo con
la alegría y esperanza de hacer de este rinconcito un lugar y un espacio para
todo forastero y amigo.
Hacer propio un lugar, imprimirle las propias características, me parece una manera hermosa de expresarse a sí mismo. Buena por tu nuevo lugar! Espero conocerlo en un tiempo no muy lejano! Baci
RispondiEliminaClaro Beis! Desde ya eres bienvenida!
RispondiEliminaY barsito ¿Va a tener? Y choritos a la chalaca... y un cebichito...
RispondiEliminaManolito, pa' amigos como tú siempre habrá un barsito con chelitas heladas y vinito para escoger... y cebichito of course! Pero eso sí, sin tocar el timbre a las 7am!
RispondiEliminaNO HAY MEJOR CASA QUE EL CORAZÓN
RispondiEliminaQué hermoso comentario! Gracias!
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