Soñé
que daba a luz un hijo, el bebé era tan pequeñito que medía sólo quince centímetros.
Me fascina el mundo de los sueños. No soy psiquiatra ni especialista en
interpretarlos, pero he leído que cuando uno sueña que da a luz un hijo
significa que ha adquirido un nuevo enfoque de la vida.
Y debo
decir que es cierto. La semana víspera de Navidad pasaron tres eventos
concretos. Una persona muy querida en cuidados intensivos por el atropello en
la Javier Prado de un hombre que se da a la fuga y la deja en un estado de
inconciencia… ya lleva una semana y está empezando a reaccionar. Recibo una
llamada de Roma a darme la noticia que quien me acogiera hace unas semanas en
la ciudad eterna y me prestara diariamente su sillón para trabajar en la
computadora, en un viaje a Tailandia fue arrojado por una motocicleta y hace 20
días que no se recupera del coma. A mi sobrino de apenas 26 años le sucede un
accidente y sigue en cuidados intensivos. Gracias a Dios recuperándose.
Unos
días de noticias bastante alarmantes. Me dejaron un poco en shock.
Me
hacen sentir el misterio de la vida que a mala pena logramos entender. Parece banal.
Al saber lo de estos amigos, por primera vez caigo en la cuenta que a mi
también me sucederá. Quizás no un accidente… pero envejeceré, me enfermaré,
moriré. Y todos pasaremos por ello.
Para
serles sinceros siempre pensé que este tipo de eventos eran algo
“extraordinario” que salía del curso normal de la existencia. Eventos que sólo
le sucedían a algunas personas.
Quizás
o por no decir ciertamente he sido una burguesa mediocre. Alguien que pensaba
que de una u otra manera había que buscar el bienestar. A veces, nos veo a todos de aquí para allá buscando de distintas maneras esta felicidad continua:
viajes, dinero, gastos, consumismo, belleza, ropa, fama, éxitos. ¿Cómo podemos
ser tan ilusos de pensar que esta realidad es la permanente? O mejor dicho,
cómo ser tan ilusos de pensar que ésta ES la realidad. Y seguimos todos como
borreguillos las modas distintas, pues todos tenemos que ir a la playa en
verano, broncearnos, usar el iphone de último modelo y
gozar del bienestar que un “grupo selecto” puedo gozar. Y quien no pertenece a
este grupo burgués aspira con ambición llegar a él y se esfuerza día y noche
por este ideal ilusorio.
No.
Esta no es la realidad. Mejor dicho, no puede ser el sentido por el cual
nacemos, vivimos y morimos. ¿Cómo es posible que un evento, un accidente, una
enfermedad bote por tierra todas estas ilusiones? ¿No significa que son
transitorias, fugaces y de poca duración?
No. No
me contento con ellas. No quiero dinero. No quiero joyas. No quiero ropa. No
quiero fama. No quiero apariencia. No quiero reconocimiento. Aunque a veces
idiotamente lo busco. Pero dentro de mi, no lo quiero, en lo más profundo.
Quiero
algo que no se acabe, que perdure pase lo que pase. Que aunque vengan
enfermedades, accidentes, desgracias, muertes haya algo que nadie me pueda
arrebatar. Haya algo ante el cual yo desafíe al mundo entero y le diga “tú no
ganas con tu poder de muerte”.
Sólo
Dios sabe cuánto atesoro cada palabra que mi papá pronuncia. Siempre fue
reservado y de poca habla. Ahora no. Le vino la lora con la edad. Pero quizás
es porque ahora si tiene cosas que decir. Y hay frases e historias que repite
una y otra vez a sus 91 años. Es un poco como el protagonista de la película de
Tim Burton “Big Fish”.
Hay una
que siempre me repite: “Negrita, ¿cuál es la virtud más importante que se ha de
conquistar en la vida?” ¿Cuál papi? La sabiduría negrita, la sabiduría.
Y
quizás este es el niño que nace en mi sueño, que doy a luz. La revelación que
lo que uno ha de buscar en la vida y que permanece como un río subterráneo es
la sabiduría de enfrentar con buen ánimo todo lo que venga de alegre,
de doloroso, de preocupante o de triste. La sabiduría que te lleva a no rebelarte, sino enfrentar el día a día con equilibrio y esperanza, a no precipitarte, a fortalecerte para los momentos de
prueba, a prepararte para ellos, a gozar de los buenos pero no ilusionarte con
la fugacidad de los mismos, más bien atesorando todo lo que de interesante la vida
te pueda enseñar. La sabiduría del niño que logra ver la belleza en lo más simple de un juguete hecho con sus manos, en una flor, en un ave, en la sonrisa y mirada del que te ama.
Quizás
el bebito que ha nacido en mi sueño como nuevo enfoque de la vida es
simplemente: “quiero aprender a vivir bien, a vivir sabiamente”, aunque me tome toda la vida para aprenderlo.