Cuando fui a Asís comprendí
porqué san Francisco había encontrado a Dios. Era imposible en ese hermoso
paisaje no sentir Su Presencia. Al mismo tiempo, todo en Asís respiraba la
presencia del santo; era como si se le sintiese caminando por la ciudad o contemplando
los girasoles.
Siempre me pregunté ¿es la
naturaleza que transformó al santo o es el santo que impactó en la naturaleza? Hoy tiendo a pensar que fueron ambos. Por un lado, Francisco tuvo la sencillez de corazón para
interpretar el silencioso canto que toda la creación tributa a Dios. Al escuchar el canto de las aves, el murmullo de los ríos, el soplido del viento, la fuerza de la tormenta percibió la melodía de alabanza a Dios. Y al mismo tiempo contemplando la creación pudo alzar los ojos y descubrir la dulce sinfonía del Dios de la paz, de la belleza, del amor. Él logró captar la relación entre el Creador y su creación y quiso entrar en ese diálogo de amor. Armonía perfecta
entre el Creador, la creatura y la creación.
Hoy, estoy aquí en el
maravilloso Lago Hayes en Nueva Zelanda y me vino a la mente el cántico a la
creación de San Francisco. Reafirmé que sólo se encuentra la belleza de la existencia alabando a Dios como lo hacen los cielos, la tierra, los mares y lagos. Encuentro todo
el sentido de la vida ahí… justo ahí.
El cántico de San Francisco
ha sido reconocido como el primer poema en italiano “y el más bello trozo de
poesía religiosa” por su profunda hermosura y simplicidad. Y si bien lo he rezado y leído muchas veces es hoy que me impactó de manera especial cómo incluye en su oración junto a alabanza del sol, la luna y las estrellas, al corazón humilde que perdona, que sabe sufrir, que vive en paz. Hablaba de su propio corazón. Francisco en ese momento sufría y pudo incluso en el dolor descubrir a Dios. Gran Misterio. Es el corazón puro que permite que la misma persona convierta su vida, sus luchas y su existir en una alabanza a Dios.
Cántico de San Francisco
Alabado seas, mi Señor,
en todas tus criaturas,
especialmente en el Señor
hermano sol,
por quien nos das el día y
nos iluminas…
Alabado seas, mi Señor,
por la hermana luna y las
estrellas,
en el cielo las formaste
claras y preciosas y bellas.
Alabado seas, mi Señor, por
el hermano viento
y por el aire y la nube y el
cielo sereno y todo tiempo,
por todos ellos a tus
criaturas das sustento.
Alabado seas, mi Señor, por
el hermano fuego,
por el cual iluminas la
noche,
y es bello y alegre y
vigoroso y fuerte.
Alabado seas, mi Señor,
por la hermana nuestra madre
tierra,
la cual nos sostiene y
gobierna
y produce diversos frutos
con coloridas flores y hierbas.
Alabado seas, mi Señor,
por aquellos que perdonan
por tu amor,
y sufren enfermedad y
tribulación;
bienaventurados los que las
sufran en paz,
porque de ti, Altísimo,
coronados serán.
Alabado seas, mi Señor,
por nuestra hermana muerte
corporal,
de la cual ningún hombre
viviente puede escapar…
Bienaventurados a los que
encontrará
en tu santísima voluntad
porque la muerte segunda no
les hará mal.
Alaben y bendigan a mi Señor
y denle gracias y sírvanle
con gran humildad.