Nunca olvidaré las palabras
del simpático periodista poblano Fernando Canales, que al presentar mi libro afirmó: "uno encuentra la felicidad en la vida cuando tienes un motivo para ir
a la cama y un motivo para levantarte de la cama".
Todos nos reímos por la
alusión sexual de la motivación para ir a la cama. A nuestras sonrisas, Fernando respondió con
sencillez que además de la intimidad, le fascinaba estar en la cama
con su esposa pues gozaba con la lectura en común, las conversaciones sobre distintos argumentos, el escuchar música que ambos disfrutaban y vivir la complicidad del día que se recogía en la noche. Y es cierto.
El amor no se limita a una profunda comunión de afectos y cariños, es también una búsqueda
compartida de sentido, de verdad, de espiritualidad, de Dios.
Uno de los momentos que más me fascina es cuando en la noche leemos nuestro libro y quizás uno de los dos interrumpe al otro para leer ese pasaje genial. Y es en ese compartir la originalidad y el impacto de la lectura, donde la comunión se hace fuerte y yo me siento tocando el Cielo.
Uno de los momentos que más me fascina es cuando en la noche leemos nuestro libro y quizás uno de los dos interrumpe al otro para leer ese pasaje genial. Y es en ese compartir la originalidad y el impacto de la lectura, donde la comunión se hace fuerte y yo me siento tocando el Cielo.
Algo así me pasó el otro
día. Steve se interesa mucho por las religiones y estaba leyendo la
Bhagavad-gita de los hindúes. De pronto me detiene de mi propia lectura y comienza
a leer en voz alta el cuento del gorrión:
«Sobre cómo vivir la determinación, se debe seguir el ejemplo del gorrión que
perdió sus huevos en las olas del océano. Un gorrión puso sus huevos en la
orilla del océano, pero el océano se llevó los huevos en sus olas. El gorrión
se molestó mucho y le pidió al océano que le regresara sus huevos. El océano ni
siquiera consideró su apelación. Así que el gorrión decidió secar completamente
al océano. Y comenzó a recoger el agua en su pequeño pico, y todo el mundo se
rió de él por su determinación imposible,
La noticia de su actividad se esparció y Garuda, la gigantesca ave de Visnú el
señor, lo oyó. Garuda le pidió al océano devolverle al gorrión sus huevos pues
sino él mismo haría el trabajo de secar al océano. El océano se asustó y
devolvió los huevos. Así, el gorrión se puso feliz por la gracia de Garuda….
porque si uno sigue los principios con gran determinación, el Señor seguramente
lo ayudará, porque Dios ayuda a quienes se ayudan a sí mismos».
Me conmovió la sencillez y la profundidad del relato. Admiro mucho la espiritualidad que viene
de las culturas más antiguas de la historia. ¡Qué conciencia del autor de ser
un pequeño gorrión! Como desde siempre los seres humanos nos hemos sentido tan
frágiles y pequeños pero con una grandeza y magnanimidad capaces de pensar que
podemos secar el océano y encontrar una aguja en un pajar o unos huevos en
un océano. Qué importancia la constancia, la firmeza y el deseo de conquistar lo que aparentemente parece imposible! Qué certeza que Dios es un Dios bueno, y ve con amor ese corazón
apasionado, determinado y ese frágil vuelo devolviendo al ser humano lo que jamás por
nuestros propios medios hubiésemos conseguido, pero que sin nuestras fuerzas
tampoco lo hubiésemos logrado.
Como señalara el monje católico Thomas Merton, Gita (500-200 a.c.) puede ser vista como la
obra literaria más grande de la religiosidad de la India. Este pequeño relato
me bastó para apreciar las semillas del Verbo que encuentro en él, la presencia
inefable de Dios en todas la historia de la humanidad y la búsqueda incansable
del hombre por descansar seguro en las manos de Dios. Y con mucha alegría me dormí agradeciendo al bueno Dios el instante vivido, el maravilloso compañero de camino y la certeza que Èl se encargaría del océano y de mi inconmensurable
búsqueda.
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