domenica 23 dicembre 2012

La muñeca



 
¿Cómo puede ser que sólo después de 36 años logro descifrar un enigma que siempre quedó grabado e inexplicable para mi?

Realmente nunca terminamos de conocer la verdad de nuestra historia.

Hoy en la tarde se aclaró el misterio. No es un cuento. Es una historia verdadera.

Navidad de 1976. Tenía 8 años de edad. Mi papá gravísimo en la clínica Stella Maris, desahuciado por los médicos. Fue un año entero de 7 operaciones en menos de cuatro meses, coma, y todos preparándonos para su partida.

No olvido ese 24 de diciembre. Mi mamá quiso que todos fuéramos a la casa de mi tía Pirula para pasar la noche buena. Le supliqué que quería quedarme con ella pues la vi muy triste. Todas las luces de mi casa estaban prendidas pero hasta hoy tengo el recuerdo de toda la casa oscura en esa Nochebuena.

Panetón y chocolate. Mi mami se quedó dormida de la pena. De pronto suena el timbre. Eran como las 8 de la noche. Fui a abrir la puerta. En esos tiempos no era peligroso, se podía abrir sin preguntar con la seguridad que no aparecería un ladrón. Su rostro me pareció conocido. Era un señor de origen japonés, alto, serio, un poco inexpresivo pero quien yo recordaba bien pues había hecho negocios con mi papá. Era dueño de una librería, esas librerías gigantes que venden todo tipo de regalos. Con su sobriedad japonesa me miró y me dijo ¿tú eres Rocío? Yo le respondí que sí. A lo que luego añadió: “esta muñeca te la manda tu papá de la clínica”. No se pueden imaginar lo que sentí. Mi papá, el amor de mi vida, a quien hacía meses no había logrado ver me había mandado una muñeca de la clínica! Estaba pensando en mi. Seguía siendo su negrita.

Le agradecí y se despidió deséandome una Feliz Navidad.

Entré a mi casa llorando de la felicidad. Y cuando abro el regalo veo una hermosa muñeca vestida de holandesa. Era una belleza! La muñeca más hermosa que había visto en mi vida! Me fui a dormir al lado de mi mami quien ya dormía profundamente pensando que tenía al mejor papá del mundo.

Nunca me separé de esa muñeca. Dormía con todos mis peluches preferidos y con las muñecas que las bañaba y peinaba todas las noches. Pero ella era especial, a ella siempre la colocaba a mi lado derecho de la cama, digamos que era mi engreída. 

Durante toda mi vida, y no sé por qué nunca le pregunté a mi papá y siempre me cuestionaba cómo habría hecho para mandarme una muñeca de la clínica. ¿Se la habría encargado a su amigo japonés? ¿La habría envuelto en la Stella Maris? ¿Mi mamá la habría comprado?

Hoy después de 36 años encontré la respuesta. Nos encontrábamos conversando con mis papás y mi hermano de las Navidades y los mejores regalos. Y yo conté que mi mejor regalo había sido la muñeca holandesa que mi papá me mandó de la clínica. Todos me miraron extrañados y me dijeron que ellos nunca enviaron ninguna muñeca pues en esa Navidad mi papá estaba gravísimo.

Yo les conté que había sido el señor de origen oriental, que hacía negocios con él, el que tenía la librería... mi papá impresionado de la historia que era totalmente nueva para él con voz emocionada me dijo: "fue el señor Ono, el japonés quien quiso llevarte esa muñeca y dártela a nombre mío sin que yo supiese, para hacerte feliz". Todos quedamos consternados, conmovidos, impresionados.

Hoy se aclaró el enigma.

Hace 36 años en la Navidad más triste de mi vida, vino un buen samaritano a regalarme una muñeca holandesa en nombre de mi papá. Esa muñeca siempre representó la felicidad y la esperanza en los momentos difíciles y este señor japonés de apellido Ono me ayudó a crecer con la convicción  que en medio del dolor siempre estaba el amor de mi padre.



Navidad, ¿Por qué generas nostalgia?





Recuerdo pocas Navidades en que uno de la familia no haya llorado, o que al llanto de uno lloraba el otro. Sea de alegría, de emoción, de tristeza o qué sé yo. Quizás porque los Figueroa somos un poco llorones.

            Sin embargo, esta semana en las correrías de un lado al otro, centros comerciales, peluquería, reuniones navideñas con amigos, supermercado o taxis, escuché distintos comentarios: “a mi la Navidad me da melancolía”, “quiero que ya pasen las fiestas”, “no me gusta la Navidad porque sé que las personas que sufren en estos días se sienten más tristes”. Otros me abrieron su corazón y me conmovieron profundamente: “la voy a pasar con mi hermanito discapacitado”, “con mi madre enferma y la quiero hacer muy feliz”, “con todo el familión”, “qué ganas de que mis hijitos vean sus regalos”, “ya tengo comprado todo para la cena”… todos estas palabras fueron calando dentro de mi como gotas que fueron formando una vivencia de un laguito navideño de lo humano. 

            Y es cierto. La Navidad celebra el nacimiento de un niño que genera ternura, que es amado por sus padres y adorado por gente sencilla como los pastores. Un niño frágil y vulnerable que vino a dar al mundo un mensaje de paz y amor entre todos. Y es por eso que esta fiesta en el imaginario colectivo, incluso para los no creyentes es la fiesta de la paz, del amor, de la familia. 

      Este Misterio ha inspirado a artistas de todos los tiempos a componer canciones navideñas. Villancicos que a todos nos hacen vibrar, que tienen sabor a infancia, que despiertan un no sé qué: "sopa le dieron al Niño", "Noche de Paz", "ropopón"... o canciones más nostálgicas como la de Luis Aguilé "Ven a mi casa esta Navidad" que nos hace pensar en los que sufren, o la de José Luis Perales: "Marinero, a dónde vas, deja tus redes y reza y ve la estrella pasar"...

           Es cierto es una fiesta misteriosa, entremezclada de tantos sentimientos que no sabemos describir. Son muchos los que en estas fiestas han perdido un ser querido, tienen a alguien en casa muy enfermo, están peleados con alguien de su sangre, están lejos de sus seres queridos, están solos y no tienen con quien pasar la Nochebuena y se sienten poco amados en el mundo. Hay niños abandonados, hay guerras en el mundo, miseria y sufrimiento. ¿Cómo poder celebrar en estos casos la fiesta de la paz, del amor y la familia?

            Quizás algunos nos ponemos un poco nostálgicos o especialmente sensibles porque anhelamos no sólo que nuestra familia sino que el mundo entero se convierta en una morada más humana, pacífica donde reine el amor, la alegría, la fraternidad, la solidaridad, la familia. Y es probable que las lágrimas que derramamos ese día es porque añoramos un mundo nuevo, un deseo del alma a veces lejano y para muchos imposible…

            Sí, hay que ser realistas. Este mundo no es un paraíso pero todos tenemos la secreta esperanza de un mundo mejor. Y conmueve que ese niñito en Belén haya venido para amar a todos: ricos, pobres, solos, acompañados, sufridos, alegres, bendecidos, caídos. 

            La Navidad de ese Niño fue tan misteriosa como nuestra propia vida. Jesús en el pesebre de Belén nació en medio de la alegría de María y José y del dolor del cual él no era consciente pero su Madre sí. María y José experimentaron la injusticia de la pobreza, de la falta de solidaridad para encontrar un lugar donde hacer nacer a un bebé y dar posada a una mujer encinta. María frente a la alegría de ese nacimiento también sintió quizás la incertidumbre de qué cosa tendría que hacer Ella frente a un misterio que no entendía. No todo fue fácil en su Navidad, aunque la alegría de la presencia de ese Niño pudo invadirlo todo.

            Si hay algo de lo que estoy convencida es que ese Niño llena mi alma de alegría aunque esté probada por el dolor. Colma mi corazón de esperanza aunque sienta la oscuridad. Me invita a la pobreza y a la sencillez cuando el mundo me bombardea con el consumismo. Me llama a la paz cuando quisiera tomar la justicia por mis manos. Me invita al amor porque hizo de esto el sentido de la existencia. Me llama a la compasión porque quiso venir a dar un mensaje de paz a toda la humanidad. Y por eso hoy, a vísperas de la Navidad siento que mi corazón se abre al mundo entero y a cada una de las personas que pueblan este mundo a veces loco, a veces perdido, a veces fascinante y misterioso…. y me recuerda que es hermoso ser persona porque ese Niño se hizo uno de nosotros y compartió nuestro destino y la aventura y hermosura de la vida. 
               
          No es un cliché. Es verdad. En Navidad todos queremos ser más buenos. Ese pesebre nos recuerda al más bueno de todos los seres humanos... y yo quiero en esta Navidad como una niña ser más buena como Él.

            

martedì 13 novembre 2012

La hermana soledad






Fue a los 9 años cuando mi padre fue internado de urgencia por una grave peritonitis con un diagnóstico para nada prometedor. Al despedirse de mi con voz temblorosa me dijo: “no te preocupes, ya regreso pronto”. No sé por qué en mi inocencia e intuición de niña sabía que sólo lo había dicho para consolarme y que pasarían meses y una grave enfermedad hasta que yo pudiese volverlo a ver. Creo que ese evento marcó de manera profunda mi vida y generó en mi una mayor conciencia de la soledad que todo ser humano vive. Mi padre era mi amigo, mi confidente, mi héroe y de pronto dejó un vacío, en el que día a día generaba en mi  la angustia de no poderlo ver nunca más. Y ustedes saben como es. Para una niña 9 meses son como 9 años.

       Fueron años de enfermedad pero el temor a la pérdida del ser querido y el miedo a la soledad me persiguió como una sombra oscura y tenebrosa. Temor cuando mis papás viajaban, temor si mi hermana no me acompañaba al colegio y no sentía su presencia. Mis amigas y compinches llenaban frecuentemente ese pánico al vacío de la soledad. A veces parecía como si mi alma fuera un huaco de la cultura Nazca o Paracas con su horror al vacío.

      Gracias a mi personalidad sociable siempre estaba rodeada de amigas y de mi familia. Pero aún así, cuando se acercaba la noche percibía que había una soledad que nada ni nadie podía cubrir.  Desde muy temprana edad pensé que ese vacío sólo podía ser llenado por Dios, por lo que desde pequeña comencé a rezar y leer el Evangelio con ardiente pasión.

     Han pasado ya muchos años y ciertos mitos han caído. Fui un poco idealista. Creí en las amistades inquebrantables, en las promesas hechas olvidándome que todos somos de barro y arcilla y que ningún ser humano puede colmar la totalidad de tu corazón. Y por eso creo que recién hoy enfrento con toda su profundidad este gran misterio de la soledad. Estoy sola frente a mis decisiones, sola frente a la vida, sola frente al misterio de Dios, sola frente a la enfermedad y sola frente a mi muerte. Es interesante como los ortodoxos a sabiendas que Dios es Trinidad, también le llaman el Dios solo... algo de razón tienen.

        Y esta reflexión de la soledad no es pesimista ni aislada. Todo lo contrario, creo que quien lleva bien la soledad es más capaz de amar. Para  E. Fromm el amor surge de la experiencia de esta soledad y separatidad que hace que uno busque salir del aislamiento para encontrar el amor y el encuentro. Para Fromm esta experiencia de soledad produce y es fuente de toda angustia. Pues estar separado significa vivir aislado, desvalido, incapaz de aferrar el mundo.

         Concuerdo con Fromm sobre esta experiencia de separatidad y soledad que genera una angustia existencial en el ser humano y que lo vuelca al encuentro con el otro. Sin embargo, más que afirmar que el encuentro brota de esta soledad, diría más bien que la vivencia de la comunión es como el reverso de la moneda de la soledad. Es decir ambos dinamismos se encuentran en toda persona. Por un lado, todos somos concientes de nuestra soledad, de nuestra separatidad. Sabemos que nos enfermamos solos, que morimos solos y que por más acompañados que estemos en nuestras decisiones son “nuestras decisiones”. Por otro lado, tenemos todo otro dinamismo que nos invita al amor y a realizarnos en el. Somos felices con el amor de la propia familia, de los hijos, de los parientes, amigos, de la propia pareja. El amor a los demás a través del servicio y la caridad nos hace sentirnos solidarios con el destino de la humanidad. Pero hay momentos que tenemos que pasar por la soledad, y estos son inevitables.
  
        Ni la soledad ni el amor pueden estar desligados. Ambos se necesitan mutuamente. Si se busca el amor sin saber estar solo y estar bien con uno mismo, fácilmente se caerá en la posesividad o en el amor simbiótico o utilitarista tanto con el marido como con los hijos. DEBO AMAR A LA HERMANA SOLEDAD. Si se vive la soledad en aislamiento con una actitud cerrada al amor, la tristeza y la angustia se apoderarán de la persona. Por ello para que el amor sea maduro debe siempre de ir acompañado de esta conciencia de individualidad y del espacio al amor a mi mismo y para que la soledad no sea estéril debe fructificar en el amor hacia los demás: «En contraste con la unión simbiótica, el amor maduro significa unión a condición de preservar la propia integridad, la propia individualidad. El amor es un poder activo en el hombre; un poder que atraviesa las barreras que separan al hombre de sus semejantes y lo une a los demás; el amor lo capacita para superar su sentimiento de aislamiento y separatidad, y no obstante le permite ser él mismo, mantener su integridad. En el amor se da la paradoja de dos seres que se convierten en uno y, no obstante, siguen siendo dos». (Fromm)

          Vemos así que el nosotros jamás anula la unicidad de cada quien y por ello es fundamental mantener tanto la soledad como la comunión, la presencia como la ausencia. Hay en todos nosotros una cierta inmadurez pensando que es mi pareja la que tiene el deber de hacerme feliz y buscar en todo momento la felicidad con esa persona:

          «En la vida de la pareja, esta renuncia a la propia fantasía de totalidad y esa apertura a la realidad del otro como se hace obligada condición para acceder a un auténtico encuentro y comunión solidaria y constructiva. Sólo la aceptación de la ineludible separación que nos constituye, el asumir la propia ausencia, permitirá favorecer la identidad del otro, celebrarla, llegar a identificarse con sus propias satisfacciones, empatizar con sus necesidad y angustias, compartir su placer y su dolor, etc. Ello implica mostrar también la capacidad para renunciar a esa fácil tendencia de pretender configurar al otro con el perfil que haría posible la conjunción perfecta que añora el deseo pulsional. De alguna manera, la relación debe estar marcada por un respeto fundamental a la libertad del otro como otro, de respeto a la intimidad de su deseo. Sólo así se hace posible el acompañamiento mutuo, con ese carácter íntimo y exclusivo que posee la relación de pareja. Un acompañamiento que, sin embargo, no podrá nunca, ni debe pretenderlo, anular la íntima soledad que a todos nos constituyen como sujetos»[1].

           «La separación, pues, es insalvabile y la diferencia no podrá nunca ser eliminada. En esa misma medida, una constante de frustración y conflicto serán, por tanto, también permanentes. La decepción, el reproche, la rivalidad, la envidia, son sentimientos que en cualquier momento pueden surgir en la dinámica de la relación. Por ello, será sumamente importante que se adquiera la posibilidad de dar nombre a esos sentimientos experimentados y a los conflictos que inevitablemente surgirán en el choque que produce las particulares aristas de esos dos perfiles que intentan ajustarse y unirse. La diferencia debe ser entonces afrontada en una comunicación profunda que sepa combinar la caridad… con la ternura, la comprensión y la aceptación mutua. Se trata en esa comunicación de encontrar nuevos caminos de reparación y de mutua acomodación a las diferencias del otro. La discusión en el seno de la pareja no debe, pues ser temida. Ella abre también la posibilidad de buscar nuevas soluciones al intento de conquistar esa nueva identidad que se tiene que ir creando desde la relación de pareja»[2].

O acepto la soledad de la vida o nunca podré vivir con plenitud la alegría del amor y de la comunión con los que amo. Si rechazo la soledad me hundiré en una vana socialización. Si sólo busco compañía la soledad me perseguirá sin tregua. Tengo que hacer las paces con la hermana soledad, porque al final… nunca estamos solos y siempre lo estamos.





[1] Carlos Dominguez Morano,  Los registros del deseo,  2° Bilbao 2001, 130-131.
[2] Ibidem.

sabato 6 ottobre 2012

Aung San Suu Kyi



      Cosa curiosa. Un día antes de partir para México para presentar el proyecto de reciprocidad  varón - mujer cae a mis manos el film “Amor, Honor y Libertad”.

      Una película que nos narra la historia real de Aun San Suu Kyi, premio Nobel de la Paz en 1991, en la épica historia de la pacífica búsqueda de una mujer en el corazón del movimiento democrático de Birmania.

Una producción de Luc Besson que narra el movimiento por los derechos fundamentales pero haciéndolo desde una  óptica particular: a través del drama familiar que tiene que vivir Suu, su marido e hijos. 

Después que su padre el general Aung San, líder por la lucha en la independencia fuese asesinado, Suu es educada en Inglaterra casándose con el profesor universitario Michael Aris. Cuando el pueblo se levanta contra la junta militar, Suu regresa a su país natal e incia una lucha directa contra el poder absolutista de los militares. Aung San Suu, llamada la “orquídea de acero” combate con una resistencia pacífica por los derechos de la democracia y por la libertad en su país decidiendo sacrificar su libertad por más de veinte años viviendo en arresto domiciliario.

Desde su regreso a Yangón en 1988 Aung San Suu Kyi pudo volver a ver a su marido e hijos sólo cinco veces. Al marido le negaban la visa en continuación y ella no podía regresar pues los militares al considerarla una enemiga del estado una vez dejado suelo birmano no la dejarían reingresar.

Quizás uno viendo la película se pregunta: ¿Cómo se puede dejar a los propios hijos por tantos años? ¿Cómo dejar al marido que amas y te ama? ¿Cómo no poder asistirlo en el momento de su muerte?

Y es quizás todos estos dilemas que me llamaron la atención. Durante el film, en un momento una autoridad militar le dice: “usted es libre de regresar a Inglaterra con su familia o quedarse aquí en Birmania”. A lo que la protagonista responde: "¿Qué clase de libertad es esa?"

Es decir, cuando existe una libertad real y se vive la democracia, uno puede cumplir tanto su misión familiar como la propia vocación política. En este caso, los  militares no dejaban que su esposo y sus hijos se reunieran con ella para presionarla psicológicamente a dejar la causa y misión política. Por ello, no se trata de una disyuntiva moral sino de una consecuencia de un régimen opresor.

Y si. El marido había trabajado desde siempre con ella en la lucha por los derechos humanos. Es un modelo interesante aunque no deseable, ni auspicable porque ambos tienen que renunciar a su vida familiar y afectiva por un ideal concreto: la libertad de su pueblo. Para la premier que se realizó en octubre del 2011 la misma Aung San Suu Kyi envió un mensaje que decía: “no se pueden acantonar como obsoletos conceptos como la verdad, justicia y solidaridad, cuando estos son frecuentemente los únicos baluartes que se yerguen contra la brutalidad del poder”.

Lo que mantuvo unidos a esta pareja durante tantos años, a pesar de las pocas veces que pudieron reencontrarse es que ambos vivían la comunión en una causa común. Sin embargo, no es el aut-aut (o uno o lo otro) el ideal. Una dinámica de reciprocidad familiar afirma que una pareja pueda vivir su amor y ambos luchar juntos por una causa común. Esto sólo se puede realizar en una sociedad que defienda la familia y  los valores fundamentales como la libertad.
      
         Cuando uno ve esta película inmediatamente siente rechazo frente a toda estructura donde no se pueda conciliar la libertad de la vocación personal o del trabajo junto con la vida familiar. Sin embargo, en nuestras sociedades occidentales corremos el riesgo también de tener estos dilemas aut-aut entre la familia y el trabajo o la misión que uno tiene. Muchas veces, la economía de mercado empuja a los miembros de las familias a poder gozar poco de su vida afectiva y de su entorno por tener que trabajar horas interminables en las oficinas. ¿No es ésta otra falta de libertad de otro tipo de régimen?

             ¿No hay otras violencias quizás más cercanas que las de Birmania como aquellas del terrorismo en el Perú, el narcotráfico en México que han cobrado miles de víctimas en los últimos años dejando familias quebradas, hijos desaparecidos y madres desesperadas? ¿No es que tenemos que también hacer algo cada quien desde su lugar para defender siempre la libertad, la paz y la familia?



giovedì 27 settembre 2012

La empatía en la pareja



           ¿Cuántos pedimos claves, tips o luces para mantener una relación estable, para que el amor con la pareja no se enfríe, para que ese vínculo inicial perdure?

     Creo que para hablar de verdadero amor se necesitan cuatro elementos fundamentales: la atracción-simpatía-empatía, la amistad, el amor y la fidelidad responsable. Creo que estos cuatro elementos no pueden faltar en ninguna relación de pareja.

        Todos estos temas los estoy desarrollando en mi próximo libro. Pero sin embargo hay uno de estos elementos al cual no le damos la suficiente importancia, como es el elemento de la EMPATIA con la pareja.

        ¡Qué importante ser empático con la propia pareja! Ser empático significa lograr entrar en su órbita vivencial y experimentar lo que la otra persona está viviendo, así como la manera que tiene de percibir la realidad, su sensibilidad, lo que le afecta o resuena con mayor intensidad. Lógicamente esta experiencia no será exacta, pero podré aproximarme a su vivencia. Se trata de hacer de un evento externo a mi  una experiencia propia y "tratar de ponerme en sus zapatos".

         La vivencia empática no brota del yo, sino que nace del tú del partner y luego se hace propia. La empatía logra que esa vivencia nazca en el interior, dándole cabida como huésped en el corazón. La filósofa Edith Stein trabajó todo el tema de la empatía en su tesis el “Problema de la empatía”. 

        La empatía no es un acto de reproducción e imitación del sentimiento del otro,  no se trata de reproducir exactamente lo que el otro vive, pues sino nos encontraríamos frente a una unipatía que no es la experiencia del nosotros.   Dos personas no pueden, ni deben sentir exactamente lo mismo, porque de esa manera se eliminaría la diferencia y la riqueza del yo y el tú, y la posibilidad de ayudarse el uno al otro realmente.

           Pero, cuán difícil es ser empático con la propia pareja. Muchas veces, si la pareja viene cargada, agobiada, tensa en vez de ser empático, uno puede defenderse  para no experimentar un sentimiento negativo o quizás responder  con frases clichés o con una broma para eliminar o bajar la tensión. O quizás reaccionará unipáticamente asimilando y enganchando con sentimientos no del todo positivos del partner. Es obvio que no se trata de absorver a tal punto la vivencia del otro que termine por generar una simbiosis que no permita ayudar con objetividad a la pareja. Pero esa actitud defensiva creo que no es tampoco la más sana. 

          Considero que  serían aconsejables dos momentos claves en una relación recíproca. Es fundamental, tanto en las vivencias positivas, alegrías, tristezas o tensiones un momento empático (que requiere silencio, escucha, reverencia y atención) para llegar al núcleo de la otra persona y captar el centro de su experiencia y de su manera particular de ver una realidad o percibirla. Y un segundo momento, que desde esa empatía haga  explícita con un gesto o una palabra la comprensión de la vivencia del otro, para desde ahí poderle dar la propia interpretación. Una interpretación personal que no es una respuesta cerebral a una experiencia que veo desde fuera como quien analiza un experimento en un laboratorio. 

       Respuestas fáciles como “no le hagas caso al que te criticó, supéralo, no dejes que te tense inútilmente”… son salidas fáciles que la experiencia muestra  no tener efectos muy deseados o generar frustración en nuestro interlocutor. Quizás algo tan simple como tratar  de ser  empático.  Hospedar en el propio corazón la experiencia de la pareja: la inseguridad frente a su trabajo, el stress por la dificultad en las relaciones humanas, la imposibilidad de resolver una situación que causa frustración… y luego al haber acogido dentro de uno esos sentimientos del tu, salir al encuentro para compartirlos, comunicarlos, exteriorizarlos o simplemente acogerlos con un silencio elocuente.

         Al mismo tiempo, la empatía llevará a conocer  qué cosas en particular afectan a mi pareja, o no le gustan, o le hacen sufrir y si bien quizás para el otro es lo más normal del mundo, el amor y el respeto por la pareja hará que uno evite aquellos gestos que quizás hieren la sensibilidad particular de mi partner. Sólo basta un poco de empatía para tener esos detalles o dejar de tener esas actitudes que nos irritan mutuamente.  

      Es por eso que la empatía crea en la pareja el nosotros, que no es la suma de las distintas experiencias, sino que nace una nueva realidad, la comunidad en la cual se valora lo que cada uno experimenta, y donde se entra en una comunicación recíproca.

      La empatía tiene también un valor muy poco explotado. Creo que ella  nos ayuda cuando descubrimos en el otro valores que nos son afines y que quizás aún no habíamos descubierto y estaban como dormidos o anestesiados. Cuando hacemos empatía con alguien, quizás descubrimos valores que se encontraban muy dentro de nosotros y no tenían forma de salir o exteriorizarse. Esto suele suceder en una relación de pareja. El tú hace que uno descubra más profundamente mi yo. Y no hay cosa más linda que la pareja haga que yo sea más quien soy y que yo ayude a que sea más quien es él.

¿Por qué no ser un poquito más empáticos?

mercoledì 12 settembre 2012

El lápiz de Dios


Madre Teresa de Calcuta decía que teníamos que ser como “el lápiz de Dios” para que El pueda pintar el lienzo con ayuda nuestra. Y esto me hace pensar que cada uno ha recibido un don y un talento así como una misión que tiene que hacer fructificar en el mundo.

 Somos sólo mediadores y debemos ser también nosotros conscientes de cuál es nuestra misión en el mundo y cuál es nuestro talento: a unos Dios le ha concedido el don de tocar un instrumento musical, a otros un pincel, un lápiz, la creatividad, la inteligencia, la sensibilidad… cada quien tiene un don y somos responsables ante él.  Y el mediador no es lo importante. Nosotros podemos hoy estar en el mundo y mañana dejarlo. Lo realmente significativo es el mensaje que llevamos, la vida que transmitimos, la pasión que inculcamos, la música que tocamos en este gran escenario que es el mundo.

 Y en este sentido, a veces las ocasiones se presentan y las situaciones se conjugan de tal manera que puedes hacer algo y sientes la exigencia de responder con entusiasmo. Así me ha pasado con el tema de la mujer y concretamente con hacer algo por las mujeres más necesitadas y vulnerables.

Puebla es un estado de cinco millones trescientos ochenta y tres mil habitantes de los cuales un millón de ellos son indígenas. Las comunidades rurales de esta zona tienen como rasgo principal una intensa pobreza debido a la migración de los hombres, y por lo tanto las comunidades se caracterizan por hogares mono-parentales donde las mujeres tienen la misión de llevar adelante la familia y el desarrollo de la comunidad.

      El proyecto de reciprocidad había iniciado con cursos en la Universidad y con investigaciones para profundizar en la identidad de la mujer y el varón y alentar una mayor relación recíproca entre ambos. Sin embargo, sentíamos la exigencia que esta propuesta se concretizara también en acciones de intervención social para contribuir al cambio de las realidades más azotadas por la desigualdad.

Así el proyecto de reciprocidad de la Universidad se ha unido a otra iniciativa “Apuesta de futuro” que se dedica a la promoción de los jóvenes de las comunidades indígenas a través del apoyo a estudiantes de estas regiones. Decidimos trabajar en sinergia, unir ambas iniciativas y generar un proyecto que tuviese como objetivo la “formación de mujeres empresarias en las comunidades rurales de Puebla”.

       Vamos a iniciar con 65 mujeres de tres regiones rurales: Coltzingo, Chalchihuapán, y Tlaola. Nuestro proyecto buscará apoyar a las mujeres que ya tienen una actividad productiva y trataremos de darles las herramientas para que puedan convertir su negocio en una empresa formal. De esta manera buscamos  que las mujeres no sólo se dediquen a la producción, sino que ellas mismas se conviertan en líderes empresarias que además de brindarles mayores beneficios económicos podrán desarrollar sus capacidades y realizarse como personas influyendo activamente en sus comunidades. La mayoría de ellas ya tienen actividades productivas de fruta, hierbas medicinales y chile serrano.

La iniciativa ha tenido mucha acogida. La escuela de negocios de la Universidad se ha ofrecido a brindar sus maestros que irán a impartir las clases de administración y economía. A esto se sumará el equipo del proyecto de reciprocidad donde formaremos a estas mujeres en la importancia de la valoración de su propia dignidad. Buscaremos ayudarlas a  superar perspectivas machistas o conflictivas; asumir y vivir los valores propiamente femeninos; cultivar relaciones sanas entre el varón y la mujer donde ambos en reciprocidad contribuyan a la forja de la familia compartiendo el rol materno y paterno así como la responsabilidad en la educación de los hijos.

Es sólo el inicio, pero creo que es importante seguir contribuyendo a promover el liderazgo de las mujeres. No cualquier liderazgo, sino un liderazgo cargado de humanismo y de formación ética donde las mujeres tengan la ocasión de hacer de este mundo un mejor lugar donde puedan vivir las próximas generaciones. 
Sólo es esto. Agradezco a estos jóvenes que me inspiraron a comprender que la vida es esto: ser una con tu instrumento... y tocar. No importa el resultado. Hacerlo con pasión y con amor.