Hoy recibí un mail de una persona que había leído mi post
anterior sobre la necesidad de no pensar tanto en nuestros problemas y
entregarnos con amor a los demás. Y escribió algo interesante:
“Tu recomendación del cierre del texto debería ser
ocupada por mucha gente, pero tengo una pregunta... ¿qué haces tú con tus problemas?
Necesitas o ser muy fuerte
o tener una persona que siga tu mismo método y que esté presente cuando tú
puedas necesitar ayuda o alguien con quien conversar. Es necesario que sea
aplicado por mucha gente de modo que sea algo circular y se pueda cerrar”.
Esta reflexión me pareció muy sugerente. ¿Qué haces
con tus problemas? Luego añade dos posibilidades. Quisiera rebatir la primera: "Necesitas o ser muy fuerte…"
En esta frase hay que aclarar un punto. ¿Qué
cosa significa ser fuerte ante los problemas? A veces comprendemos la fortaleza
como la capacidad de no mostrar nuestras debilidades, sellarlas dentro y lograr enmascarar ante
los demás el dolor con una sonrisa que señala el control de la situación. Ser
fuerte interiormente está muy lejos de lo que normalmente se entiende por
fortaleza.
La fortaleza es la virtud que nos invita a ser pacientes en el sufrimiento. Paciente viene del latín
“passio”, que significa pasión, dolor. Paciente es aquél que soporta con
constancia y reciedad el sufrimiento tanto físico como moral. Por ello a los enfermos también se les denomina
pacientes… pues tienen que sufrir el dolor físico.
Como señalara
Santo Tomás: “La paciencia se juzga grande en dos circunstancias: o cuando uno
soporta grandes adversidades o cuando se sostienen adversidades que se podrían
evitar pero no se evitan”. La primera circunstancia no necesita explicaciones. La segunda circunstancia que señala Santo Tomás no hace referencia a una búsqueda de
sufrimientos inútiles, sino más bien a la aceptación de una adversidad que se
podría haber evitado pero que por valores más altos, por principios morales o por amor
heroico hacia los demás es aceptada.
Creo además que
un elemento clave de la paciencia ante las adversidades es su relación con el
tiempo. La paciencia viene del verbo pazientare, es decir, de saber sufrir con
serenidad las contrariedades de la vida.
La
paciencia es necesaria en los sufrimientos y en las dificultades concretas de la existencia. A veces son sufrimientos físicos, otras son sufrimientos causados por los demás o por las circunstancias y otros son el resultado de nuestras mismas acciones. Un
problema tiene la característica de no avisarnos cuando llega ni tampoco de
avisarnos en qué momento terminará. La actitud normal de la persona es buscar
que la situación termine lo antes posible. Es justo tratar de encontrar soluciones para resolver el problema. El
punto es que, muchas veces hemos puesto todos los medios adecuados para que el
problema sea resuelto pero nos tomas con la impotencia de no podernos librar de él. Es ahí, que necesitamos la fortaleza interior
para soportar con valentía, sabiduría, sentido del humor, resiliencia el dolor que nos invade.
Y este soportar con fortaleza no significa negar el
dolor o huir de él. Todo lo contrario. La persona fuerte es aquella que
reconoce profundamente su fragilidad, su vulnerabilidad y con sabiduría sabe
llevar el momento difícil. Ha de saber como dice el eclesiástico "engañar el alma en el sufrimiento" y distraerse para no dar vueltas inútilmente. Hay que buscar personas que nos ayuden a llevar la carga, acudir a la oración, recargar energías con aquellas actividades que sabemos que nos motivan...
Y aquí va la segunda propuesta de mi interlocutor:
“o tienes una persona que siga tu mismo método… para cerrar el círculo”.
La pregunta que se alza naturalmente es: ¿a qué persona elijo
para cerrar el círculo? Como decía un monje británico qué importante es escoger
bien con qué personas podemos abrirnos, dejarnos aconsejar y apoyar. Es el arte
de saber elegir las amistades. Y cuántas veces nos equivocamos.
Por ello, no se trata de ir mostrando a todos nuestras
heridas o sufrimientos. No podemos ser ingenuos. Desgraciadamente hay personas
que gozan con el mal ajeno. Existe un mal común en Lima llamado el chisme y lógicamente, muchas veces preferimos callar pues no queremos estar en la boca de terceros. Otras
veces no deseamos hacer sufrir a quienes ya con las justas pueden con sus
propios problemas. Sin embargo, estos obstáculos reales no nos debe nunca hacer vivir a la defensiva. Más
bien nos tienen que encaminar a la virtud de la prudencia. A saber quién o
quienes son las personas con las cuales podamos compartir, abrirnos, confiar y
enriquecernos mutuamente.
Es muy importante que no seamos esclavos de nuestra
imagen de “fuertes” que nos imposibilita ser sinceros con los que más queremos.
Por lo tanto ante la pregunta ¿Qué haces con tus
problemas? Si, el que me escribió tiene razón, suelo cerrar el círculo porque durante mi caminar siempre he encontrado personas buenas que han estado
dispuestas a darme una mano, un
consejo, apoyo, solidaridad, oraciones. Recibo tanto amor de tantas personas
que no puedo sino hacer lo mismo. Sólo me pongo a pensar en el día de hoy. He
recibido tanto de muchas personas. Y creo que es estando abiertos a todo ese
amor, afecto, pequeños detalles que nos llenamos de fuerzas para a su vez
entregarlo. El secreto de la vida está ahí en los pequeños detalles.
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