giovedì 20 ottobre 2011

Cerrar el círculo


 Hoy recibí un mail de una persona que había leído mi post anterior sobre la necesidad de no pensar tanto en nuestros problemas y entregarnos con amor a los demás. Y escribió algo interesante:

“Tu recomendación del cierre del texto debería ser ocupada por mucha gente, pero tengo una pregunta...  ¿qué haces tú con tus problemas? 
Necesitas o ser muy fuerte o tener una persona que siga tu mismo método y que esté presente cuando tú puedas necesitar ayuda o alguien con quien conversar. Es necesario que sea aplicado por mucha gente de modo que sea algo circular y se pueda cerrar”.
Esta reflexión me pareció muy sugerente. ¿Qué haces con tus problemas? Luego añade dos posibilidades. Quisiera rebatir la primera: "Necesitas o ser muy fuerte…"
 En esta frase hay que aclarar un punto. ¿Qué cosa significa ser fuerte ante los problemas? A veces comprendemos la fortaleza como la capacidad de no mostrar nuestras debilidades, sellarlas dentro y lograr enmascarar ante los demás el dolor con una sonrisa que señala el control de la situación. Ser fuerte interiormente está muy lejos de lo que normalmente se entiende por fortaleza.
La fortaleza es la virtud que nos invita a ser pacientes en el sufrimiento. Paciente viene del latín “passio”, que significa pasión, dolor. Paciente es aquél que soporta con constancia y reciedad el sufrimiento tanto físico como moral. Por ello a los enfermos también se les denomina pacientes… pues tienen que sufrir el dolor físico.
Como señalara Santo Tomás: “La paciencia se juzga grande en dos circunstancias: o cuando uno soporta grandes adversidades o cuando se sostienen adversidades que se podrían evitar pero no se evitan”. La primera circunstancia no necesita explicaciones. La segunda circunstancia que señala Santo Tomás no hace referencia a una búsqueda de sufrimientos inútiles, sino más bien a la aceptación de una adversidad que se podría haber evitado pero que por valores más altos, por principios morales o por amor heroico hacia los demás es aceptada.
Creo además que un elemento clave  de la paciencia ante las adversidades es su relación con el tiempo. La paciencia viene del verbo pazientare, es decir, de saber sufrir con serenidad las contrariedades de la vida.
La paciencia es necesaria en los sufrimientos y en las dificultades concretas de la existencia. A veces son sufrimientos físicos, otras son sufrimientos causados por los demás o por las circunstancias y otros son el resultado de nuestras mismas acciones. Un problema tiene la característica de no avisarnos cuando llega ni tampoco de avisarnos en qué momento terminará. La actitud normal de la persona es buscar que la situación termine lo antes posible. Es justo tratar de encontrar soluciones para resolver el problema. El punto es que, muchas veces hemos puesto todos los medios adecuados para que el problema sea resuelto pero nos tomas con la impotencia de no podernos librar de él. Es ahí, que necesitamos la fortaleza interior para soportar con valentía, sabiduría, sentido del humor, resiliencia el dolor que nos invade. 
Y este soportar con fortaleza no significa negar el dolor o huir de él. Todo lo contrario. La persona fuerte es aquella que reconoce profundamente su fragilidad, su vulnerabilidad y con sabiduría sabe llevar el momento difícil. Ha de saber como dice el eclesiástico "engañar el alma en el sufrimiento" y distraerse para no dar vueltas inútilmente. Hay que buscar personas que nos ayuden a llevar la carga, acudir a la oración, recargar energías con aquellas actividades que sabemos que nos motivan...
Y aquí va la segunda propuesta de mi interlocutor: “o tienes una persona que siga tu mismo método… para cerrar el círculo”.
La pregunta que se alza naturalmente es: ¿a qué persona elijo para cerrar el círculo? Como decía un monje británico qué importante es escoger bien con qué personas podemos abrirnos, dejarnos aconsejar y apoyar. Es el arte de saber elegir las amistades. Y cuántas veces nos equivocamos.
Por ello, no se trata de ir mostrando a todos nuestras heridas o sufrimientos. No podemos ser ingenuos. Desgraciadamente hay personas que gozan con el mal ajeno. Existe un mal común en Lima llamado el chisme y lógicamente, muchas veces preferimos callar pues no queremos estar en la boca de terceros. Otras veces no deseamos hacer sufrir a quienes ya con las justas pueden con sus propios problemas. Sin embargo, estos obstáculos reales no nos debe nunca hacer vivir a la defensiva. Más bien nos tienen que encaminar a la virtud de la prudencia. A saber quién o quienes son las personas con las cuales podamos compartir, abrirnos, confiar y enriquecernos mutuamente.
Es muy importante que no seamos esclavos de nuestra imagen de “fuertes” que nos imposibilita ser sinceros con los que más queremos.
Por lo tanto ante la pregunta ¿Qué haces con tus problemas? Si, el que me escribió tiene razón, suelo cerrar el círculo porque durante mi caminar siempre he encontrado personas buenas que han estado  dispuestas a darme una mano, un consejo, apoyo, solidaridad, oraciones. Recibo tanto amor de tantas personas que no puedo sino hacer lo mismo. Sólo me pongo a pensar en el día de hoy. He recibido tanto de muchas personas. Y creo que es estando abiertos a todo ese amor, afecto, pequeños detalles que nos llenamos de fuerzas para a su vez entregarlo. El secreto de la vida está ahí en los pequeños detalles.




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