Acababa de llegar a Lima. Mi entrañable amiga Mónica E. -
esas amigas de siempre que uno puede no haber visto por 20 años y al
reecontrarlas es como si hubiese sido ayer - me llamó para caminar por el
Regatas. Así que asumí el reto de caminar los 9 km, los cuales Mónica recorría
con frecuencia. Íbamos concentradas en el
caminar y en la cháchara que nos envolvía. Me puso al día de los
pormenores simpatiquísimos de cada uno de sus hijos. Me quedé sorprendida de
los cambios limeños, por ejemplo cuando me comentaba la complejidad en la que
se ha convertido organizar un cumpleaños para una hija: toda una empresa entre
local, animadores, personajes de los cartoons de moda, etc. Recordábamos cómo
en nuestros cumpleaños bastaba pop-corn, unas cuantas gelatinas, petipanes con
pollo y todos los niños corriendo como locos jugando a policías y ladrones y
listo el cumpleaños.
Mientras conversábamos nos encontrábamos por el muelle de la playa número 1.
Cuál fue mi sorpresa cuando me dijo ¿has visto esa ave? La vi detenidamente y
quedé atónita ante su presencia. Me volteo y le digo: “es el pájaro limeño”. Es
el pájaro de Lima. No son los gallinazos de Ribeyro. El escritor quiso expresar en
su cuento la pobreza de nuestros barrios con los gallinazos que rodeaban el
muladar. Pero en cambio, este pájaro envuelve todo el pueblo que vive
en Lima: ricos y pobres, micios, menos micios y pitucos, cholos, negros, chinos
y blancos. Por que todos somos así. A todos nos cubre la neblina limeña pero
todos despuntamos con una acogida y una chispa que nos caracteriza.
Es que este pájaro es él mismo un contraste: todo gris, como
el cielo limeño, pero al mismo tiempo ¡qué color en la cabeza! Rojo,
amarillo y negro. Qué vivacidad que transmite a pesar de su color gris. Como en todo el lenguaje del mundo animal, lo más importante es la cabeza. La
serpiente puede dejar que le pisen todo pero salva siempre su cabeza. El pájaro
puede tener su cuerpo cubierto de gris pero su cabeza queda inmune y está llena
de colores… a los limeños nos puede pasar de todo, pero creo que tenemos una
resiliencia bien alta para superar los problemas, un poco de gracia, de sazón y pa' delante.
Y por esta gracia en medio de las dificultades creo que
tenemos que hacer honor al pájaro limeño.
Recién ahora puedo responder a una de mis dudas. Siempre me
pregunté cómo era posible que con esa neblina los limeños no seamos personas
deprimidas o comedidas o circunspectas. Lo podríamos ser como los ingleses o
los milaneses. Se les perdona su tristeza por el cielo tapado. Llevando mi
pregunta a distintas personas de por qué no éramos como estos personajes
nórdicos, mi hermana con la sencillez que la caracteriza me dice: “los milaneses y los ingleses no tienen
tres meses de SOL junto a un océano inmenso para poder refrescarse”. ¡Cuán
cierto! A qué limeño a los cinco
años en verano no lo tiraban al agua para aprender a nadar. Y nadar o hacer surf en Lima
es como esquiar para un suizo. Algo natural.
Gris por la neblina, pero gris con océano y sol veraniego. Como el bello
durmiente de la canción de la gran Chabuca Granda: “y el gris soberbio manto de
tu costa que al subir por los cerros en colores se torna”. No es un gris
cualquiera, es un gris austero, sobrio, pero soberbio porque tiene un océano.
Sí, es una “desnuda costa” pero muy “ilusionada”, como nuestro pájaro. Gris
pero colorida. Gris pero alegre. Y no olvidemos nuestro emblema, podemos estar
cubiertos de un gris pero salvemos la cabeza con colores que nos hagan dignos.
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