mercoledì 19 ottobre 2011

Una buena terapia


Hoy me siento extraña. Vuelvo de la clínica. A mi padre le operaban los ojos. Algo muy sencillo. Sin embargo, mientras estaba en la sala pre-operatoria esperando que prepararan a mi papá escuché tres diálogos de tres diversas familias con parientes que estaban siendo operados una de un cáncer, la otra del páncreas y la tercera de una múltiple fractura. Quizás podría haber pensado: es la vida. Tarde o temprano nos pasa a todos. Sin embargo no me consuela.

He visto al papá sufrido por su hija con cáncer. El señor tenía los ojos cargados de lágrimas, las cienes hinchadas por la tensión, caminaba de un lado a otro señalando que su hija iba poniéndose más tensa al ver que la hora de la operación llegaba. El hijo de la mujer, un joven rellenito con la mirada nostálgica de hush puppies, confortaba al resto diciendo “está más tranquila”. Mientras una tía comentaba: “este chico es un tesoro, no sábes cómo tranquiliza a su madre”.

La segunda familia hablaba con el doctor. La situación era por lo que comentaban bastante grave. El doctor estaba tenso. Trataba de aliviar el dolor de la familia y sobre todo del marido que preocupado preguntaba por los efectos de la operación. Las explicaciones del doctor eran vanas, esas palabras que nuestros pobres y valientes médicos tienen que tratar de inventar para consolar lo inconsolable, para calmar lo incalmable, yéndose por las ramas para desviar un poquito la atención del sufrimiento familiar.

Y la mujer con fracturas múltiples. Salida de la sala de operaciones y recibida por su madre anciana. Esta mujer no tenía a nadie más. No había otro pariente que la recibiera o la acompañara.  Pobre mujer… ella quien debería ahora ser cuidada por su hija, tiene que seguir siendo una mamá que con su fragilidad recibía con ternura a su pequeña grande niña dormida aún por la anestesia.

No hay una respuesta ideológica al dolor humano. Cristo mismo no nos explicó el sentido del dolor con una parábola. Es uno de esos argumentos de los cuales no usó parábolas. Cristo sabía que era un misterio demasiado grande… por ello decidió vivirlo en primera persona. Recorrerlo como un mortal y experimentar lo que todos nosotros experimentamos.

Soledad, angustia, preocupación, solidaridad, miedo, dolor, compasión. Estas cuatro horas no sólo han servido para quitarle la catarata a mi padre. Me ha hecho recordar que cada día es un don. Que tengo que agradecer el don de la salud. Y que no puedo pasar por la vida huyendo del dolor ajeno sabiendo que todos los días salen por esas salas quirúrgicas miles de personas sufridas y adoloridas. No es para vivir entristecidos. Pero sí creo que todos los que gozamos de salud tenemos una gran responsabilidad. Tenemos que hacer que cada día que nos leventamos con fuerzas las usemos para el bien de los demás, para amar a cada uno de los que nos rodea. Y creo que por algo una de las sietes obras de misericordia es visitar al enfermo. Creo que cada semana debemos preguntarnos: ¿ tengo a alguien que conozco enfermo o postrado en la cama? 

Hoy conversaba con una prima mia de lo individualistas que nos habíamos vuelto los seres humanos, incluso con nuestros parientes más cercanos. Y razón no le falta. Nos miramos el ombligo: nuestros problemas, nuestras insatisfacciones, nuestros deseos incumplidos, nuestras tristezas o decepciones. Al ver el egocentrismo que vivimos, percibo que es como mala hierba. Hace ya un buen tiempo que tengo una terapia contra tremenda enfermedad. Si un día nos sentimos mal, cabizbajos o tristes inmediatamente hemos de preguntarnos: ¿Hay alguna persona que yo conozca que se encuentre sufriendo? Y coger el teléfono, el i-phone, el blackberry, el skype o cuanto medio tecnológico encuentre para buscarla. Cosa extraña. El amor hace pasar el propio dolor. Por que si nos ponemos a pensar, si bien es cierto el dolor es real, hay una dimensión que depende del espacio que le demos en nuestra conciencia y corazón. Por lo tanto cuanto más piense en mi dolor más me va a doler. Cuánto más me vuelque a consolar el dolor ajeno, mi dolor propio se transformará en amor y mi mundo cambiará de color.


Nessun commento:

Posta un commento