lunedì 16 gennaio 2012

Ante los Andes...


Hacía ya algunos años que no había regresado a la sierra peruana. Fui a una pequeña ciudad llamada Yauyos, a 2500 mt. de altura. Es difícil expresar lo que se siente de estar en un mismo día en Miraflores, con el tráfico, el ruido, la gente y en seis horas encontrarse en un paisaje silencioso, abrazada por las montañas altísimas de nuestros Andes peruanos, arrullada con el canto suave del río y con una pequeña población de campesinos de una gran pobreza pero de una humanidad riquísima.

Es difícil contemplar esta belleza y no creer en Dios, no sentir su presencia, su Amor. Sin embargo, tanta belleza estaba cargada de misterio, misterio de amor indescifrable, misterio de grandeza que me exigía simplemente una acogida reverente.

El diálogo con Él se vuelve espontáneo, real, connatural e intenso. Todos los reclamos, las dudas, los temores desaparecen al acoger su creación. En un momento descansé cómodamente en una roca gigante al costado del río, contemplando el cielo azul y las diversas figuras que mi imaginación podía construir al mirar las nubes de algodón. Mi primer sentimiento fue un temor reverencial al estar en medio de los Andes altísimos… la primera percepción fue de impacto ante la majestuosidad de lo que tenía delante. Pero hubo un segundo sentimiento:  de pasar de verme pequeñísima frente a tremenda grandeza, de pronto comprendí que toda esa creación era mía, que era la única que en ese momento gozaba de semejante espectáculo y que la creación me regalaba sus dones… todo era para mí. Me sentí amada, engreída y comprendí porqué los seres humanos éramos la plenitud y el centro de la creación. Echada contemplando los Andes percibí que era más grande e importante que mis hermosas montañas, pues era el centro de mi propia conciencia que los abarcaba y los gobernaba. ¡Qué dignidad la del ser humano!

Pero frente a la belleza de la naturaleza no pude no sentir una profunda tristeza al ver la realidad de nuestros pueblos. Y eso que Yauyos al ser capital de provincia no es un lugar olvidado de nuestra sierra. Pero aún falta mucho. Falta educación, desarrollo agrícola, mejores condiciones de vida… Esta tristeza se aimanó al encontrar la calidad y acogida de su gente, la sabiduría de sus ancianos, la sencillez del campesino. Sin embargo, no pude dejar de sentirme responsable frente a la situación del Perú. La brecha entre el desarrollo y el subdesarrollo es aún muy grande, el abismo que colmar entre la situación de la costa y la de estos pueblitos es aún fuerte. Sin embargo, tiene todas las posibilidades de crecimiento y robustecimiento. Se ven mejoras y sí tengo mucha esperanza que el proceso de descentralización va a seguir adelante.

Creo firmemente que para hacer honor a nuestra tierra, el contraste de la belleza de los Andes tiene que reducirse frente a la pobreza de nuestros pueblos.





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