mercoledì 2 maggio 2012

La tierra llama...




Es curioso el llamado de la tierra.

Tengo que empezar diciendo que he estado feliz estos tres meses trabajando en México en un proyecto bellísimo en la Universidad UPAEP.

Sin embargo, qué curioso es regresar a tu patria cuando has estado lejos por un tiempo. No había tenido esta experiencia pues al haber vivido siempre en el extranjero nunca regresaba a mi tierra, siempre a mi casa extranjera.

Es la primera vez, en cambio, que después de un período regreso a mi tierra. La experiencia es curiosa.

Cuando bajé las escaleras del avión sentí que el alma regresaba al cuerpo. Después de haber estado con mucha tos sentí que la humedad limeña me hacía de vaporizador para aliviar mis accesos continuos como quien me daba la bienvenida aliviando mi malestar.

Tomé el taxi para casa y no podía faltar una conversación amena y profunda con el taxista. Me hablaba de su hijo, de su vida, de las mujeres que han pasado en su existencia y con sus 47 años terminaba cada historia con una profunda sabiduría popular hecha vida y programa:
“Señorita, siempre le digo a mi hijo que no se compare, el que se compara nunca es feliz y siempre está insatisfecho… ¿es que acaso es posible compararse y no siempre encontrar personas arriba? Por ello las comparaciones son nefastas”. Luego, me entretuvo contándome  sus historias de amor y aquí me dio una hermosa lección: “Señorita, nunca busque un novio para que la haga feliz… no señorita, nadie puede hacernos felices totalmente, pues todos tenemos grandes límites, nosotros tenemos que ser felices para dar felicidad al otro y alegrarnos por lo que nos da”…

Y mientras que me hablaba sentía sabor a casa, amor a mi pueblo y a su profunda sabiduría. Si, cuando uno llega a tierra, todos son un poco nuestros padres, nuestras madres, nuestros hermanos. El taxista añade “Señorita ¿pero luego usted va a otra lugar?” Si, efectivamente tenía que ir a otro sitio. “Yo la espero. No se apure, haga sus cosas con tranquilidad”.

La familia, ni qué decir. Aquellos que nos aman siempre incondicionalmente. Creo que no hay mayor amor más incondicional como el de la propia familia. Todos nos equivocamos, fallamos, pero en la familia siempre están dispuestos al perdón, a darte una mano, apoyarte en los problemas y alegrarse con tus triunfos. Es la tierra.

Y sí. La tierra son todos esos lugarcitos que uno conoce, visita y frecuenta día a día. El banco, la panadería, la peluquería, la farmacia… en todos y cada uno de ellos un nombre y un rostro que te reciben con los brazos abiertos:  "¿Qué tal su viaje a México? La hemos extrañado"... y en dos minutos comenzar a hablar de todas las novedades que habían sucedido en mi ausencia. 

Es mi tierra y al valorarla más por esta ausencia quiero estar en ella más presente que nunca. Quiero mejorar como persona, pasear por sus calles, ayudar a los que me rodean, abrazar a mis amigos, acompañar a mi familia y responder al llamado que esta mi tierra me hace: porque cuando la tierra llama... llama.

2 commenti:

  1. Así es querida Rocio, cuando la tierra llama se compara al llamado de toda la eternidad del Altísimo, por algo nos coloco en ella, todo tiene un propósito, ningún camino se cruza en vano. Bienvenida a tu matriz, a tu tierra, al lugar donde naciste al mundo físico y espiritual!!

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  2. Yo siento que me llama después de 4 años lejos de mi tierra, y cada vez con más intensidad. Hermoso relato de tu vivencia, un saludo :)

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