Amo particularmente los SPA’s. Me fascina cómo es posible
que a través de métodos naturales se logre una mayor armonía corporal, la
relajación requerida, la liberación del estrés y una relación con el cuerpo que
ayuda a que interiormente estemos mejor.
Ya lo habían captado los antiguos. Desde los orientales que
llenaban sus cuerpos de aceite, pasando por los griegos y romanos con sus
termas de distintas temperaturas, hasta los chinos con sus técnicas de masaje y
todos los elementos que ponían sobre el cuerpo y que realmente lograban una
sensación corporal benéfica.
Claudia, Carla, Maria Elena y Cecilia lo sabían bien. Sus
vidas no están exentas en lo absoluto del estrés limeño. Como madres de familia
lidian a diario con los hijos, las idas y llevadas, las actividades cotidianas,
la organización de los pendientes, las preocupaciones, sin hablar del tráfico
limeño. Son amigas desde el kinder. Es una amistad que ha durado con los años y
que las ha sostenido en los distintos avatares de la vida compartiendo alegrías
y tristezas.
¿Qué mejor que hacerse todas juntas un regalo de un día de
relax total? ¿Qué mejor que ir a un SPA olvidándose de hijos, maridos, trabajos
y pendientes para recuperar la energia un poco desgastada en los últimos días?
Llegan al SPA “La Vie”, ya el nombre invitaba a que en este
SPA sabían lo que hacían, quizás nuevas técnicas de relajación venidas desde
Francia. Son recibidas con un delicioso jugo de naranja como para refrescar y
sentir la “purificación estomacal”. Luego vienen unas ensaladitas de frutas, un
poco frugales para el gusto de Claudia, pero en fin, esto es verdadero relax. Así
te tratan en un SPA. Nada de exageraciones, todo natural, todo saludable. Y
hasta aquí todo bien.
De pronto, se inicia la sesión de barro. Una capa tras otra.
Claudia no siente un poco ya la cara. Carla no logra moverse bien pues se ha
quedado un poco paralizada a medida que las capas crecían. Ceci comenzaba
a sentir frío. El bendito barro se había enfríado y cual momias de Paracas las
envolvieron con unos plásticos que a Claudia le empezó a dar un ataque de
claustrofobia: “Me siento encerrada en una bolsa plástica… liberénme”. Empezó
el ataque de risa. Lejos de relajación,
una risa nerviosa, divertida e inquieta comenzó entre las 4. Qué paz ni
qué paz, que nos quiten esta porquería de barro. Risas y más risas. Más
tension. Finalmente llegó gracias a Dios la hora de quitarse el barro. Se
aproximan a la ducha y de pronto comenzó a salir agua fría. No había agua caliente. Lograban a mala
pena quitarse un poco del barro… hasta que un chorrito chiquito, unas cuantas
gotas y el agua se terminó. Vino la responsable del SPA. Curiosamente eran las
únicas clientes, quizás las primeras y las últimas: “hemos tenido un problema
con el agua. Ha habido un corte”. Todas se miraron con terror: “¿un balde de
agua fría? ¿Una tetera con agua caliente? Un mazaso para tirarles a todos en la
cabeza?”.
El estrés fue creciendo. Lo único que querían era salir de
ahí. Con toallas en mano, slaps, y lo necesario para cubrirse y no hacer
papelón salieron embarradas rumbo a casa. Qué SPA, ni qué SPA. Qué relax ni qué
relax. Eso si, una historia divertidísima para contar en la reunión navideña de la PROM.
Eso sí es relax.
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