mercoledì 18 dicembre 2013

Las momias




Amo particularmente los SPA’s. Me fascina cómo es posible que a través de métodos naturales se logre una mayor armonía corporal, la relajación requerida, la liberación del estrés y una relación con el cuerpo que ayuda a que interiormente estemos mejor.

Ya lo habían captado los antiguos. Desde los orientales que llenaban sus cuerpos de aceite, pasando por los griegos y romanos con sus termas de distintas temperaturas, hasta los chinos con sus técnicas de masaje y todos los elementos que ponían sobre el cuerpo y que realmente lograban una sensación corporal benéfica.

Claudia, Carla, Maria Elena y Cecilia lo sabían bien. Sus vidas no están exentas en lo absoluto del estrés limeño. Como madres de familia lidian a diario con los hijos, las idas y llevadas, las actividades cotidianas, la organización de los pendientes, las preocupaciones, sin hablar del tráfico limeño. Son amigas desde el kinder. Es una amistad que ha durado con los años y que las ha sostenido en los distintos avatares de la vida compartiendo alegrías y tristezas.

¿Qué mejor que hacerse todas juntas un regalo de un día de relax total? ¿Qué mejor que ir a un SPA olvidándose de hijos, maridos, trabajos y pendientes para recuperar la energia un poco desgastada en los últimos días?

Llegan al SPA “La Vie”, ya el nombre invitaba a que en este SPA sabían lo que hacían, quizás nuevas técnicas de relajación venidas desde Francia. Son recibidas con un delicioso jugo de naranja como para refrescar y sentir la “purificación estomacal”. Luego vienen unas ensaladitas de frutas, un poco frugales para el gusto de Claudia, pero en fin, esto es verdadero relax. Así te tratan en un SPA. Nada de exageraciones, todo natural, todo saludable. Y hasta aquí todo bien.

De pronto, se inicia la sesión de barro. Una capa tras otra. Claudia no siente un poco ya la cara. Carla no logra moverse bien pues se ha quedado un poco paralizada a medida que las capas crecían. Ceci comenzaba a sentir frío. El bendito barro se había enfríado y cual momias de Paracas las envolvieron con unos plásticos que a Claudia le empezó a dar un ataque de claustrofobia: “Me siento encerrada en una bolsa plástica… liberénme”. Empezó el ataque de risa. Lejos de relajación,  una risa nerviosa, divertida e inquieta comenzó entre las 4. Qué paz ni qué paz, que nos quiten esta porquería de barro. Risas y más risas. Más tension. Finalmente llegó gracias a Dios la hora de quitarse el barro. Se aproximan a la ducha y de pronto comenzó a salir agua fría. No había agua caliente. Lograban a mala pena quitarse un poco del barro… hasta que un chorrito chiquito, unas cuantas gotas y el agua se terminó. Vino la responsable del SPA. Curiosamente eran las únicas clientes, quizás las primeras y las últimas: “hemos tenido un problema con el agua. Ha habido un corte”. Todas se miraron con terror: “¿un balde de agua fría? ¿Una tetera con agua caliente? Un mazaso para tirarles a todos en la cabeza?”.

El estrés fue creciendo. Lo único que querían era salir de ahí. Con toallas en mano, slaps, y lo necesario para cubrirse y no hacer papelón salieron embarradas rumbo a casa. Qué SPA, ni qué SPA. Qué relax ni qué relax. Eso si, una historia divertidísima para contar en la reunión navideña de la PROM. Eso sí es relax.

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