sabato 3 gennaio 2015

La inspiración...

Infección. Nada serio. En cama por un par de días. Una amiga de vieja data entre broma y broma me comentaba que le gustaba cuando me enfermaba porque tenía reflexiones muy interesantes. No sé si será cierto. Es sólo curioso. Pero hoy recordé sus palabras y me puse a pensar porqué sería. ¿Cómo me siento cuando me enfermo? El antibiótico ha hecho efecto. Hace tres horas los  brazos y las piernas pesan enormemente, como quienes no responden tanto voluntariamente y se mueven más bien por el peso de la gravedad. Un sopor particular como entre consciente y semi-consciente donde parece que la voluntad junto con el cuerpo se adormecen y no importan tanto las tareas, el trabajo, los pendientes porque al final ni fuerzas tienes para hacerlos. Es una especie de abandono consciente y pereza permitida. No hay muchas opciones. Caer cual plomo y dormir a intervalos. Y si. El mundo se detiene. Al menos mi mundo. Hoy no puedo contestar mails, resolver pendientes, hacer cuentas, escribir mi libro, ir a una caminata con mi marido, darme un baño en el lago…

Pero extrañamente en mi caso, cuando las energías corporales se agotan pareciera que las energías de la mente y la inspiración del alma se activaran, como quienes no se tienen que abrir paso ante el ímpetu de la fuerza física.

La inspiración es una musa totalmente opuesta a cualquier decisión consciente u acción premeditada. Ella es “libre” de nuestros esfuerzos e imposiciones. Es la dueña y señora de la belleza y por lo tanto inaccesible, inalcanzable, incontrolable. Viene cuando quiere, se retira calladamente.

Somos sus siervos y admiradores.

Alice Ser-Hommerz, la mujer pianista sobreviviente del campo de concentración señalaba que el mayor pecado del mundo era el aburrimiento y que ella a sus 104 años jamás se había aburrido. No podía ya moverse mucho, pero sus días los pasaba contenta, tocando el piano a memoria,  conversando con sus amigas y aprendiendo con curiosidad todo lo nuevo que el mundo le presentaba. Ella supo utilizar su tiempo como “oro” pues le parecía que aquí estaba la clave de la existencia. Casi lo pierde. Supo valorarlo.

Y es por eso que admiro a quien sabe ser paciente y no corre contra el tiempo. A quien no le preocupa llenar su agenda.  Son algunos los que hacen algo más que matar el aburrimiento… son algunos que descubren que el tiempo es más que el reloj de los horarios sino el espacio vital e interior para que el alma se expanda y se pueda amar más y mejor. Pensando en estas personas que admiro, me dejo inspirar por el tiempo, incluso aún echada en mi cama, porque el tiempo es vida y no me la quiero perder.

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