domenica 3 agosto 2025

Olaechea 506 - Miraflores

  


Mi mami siempre contaba la historia cuando mi papá le enseñó el terreno que había comprado. Por supuesto, no le había consultado. Él era ingeniero civil y después que se casaran él le pidió a mi madre que dejara de trabajar. Mi papá era el típico macho peruano que decidía todo lo económico en mi casa y dejaba a mi madre a oscuras dándole semanalmente una cantidad tot para organizar la casa. Siendo ingeniero de profesión, él mismo decidió diseñar nuestra casa en Miraflores. A finales de los 50, Miraflores era un barrio conocido por sus casas coloniales y haciendas de verano. No había bajada a la playa sino sólo a través de caminos rústicos y tranvía y la mayoría de la ciudad se concentraba en lo que hoy es el centro de Lima. En particular la avenida Benavides era una zona semi-rural rodeada de haciendas próximas a huertas o antiguas áreas rurales. No existían supermercados, ni centros comerciales. Mi mamá tenía miedo de vivir ahí. Debo decir que mi padre, además de los medios económicos tuvo visión para comprar un terreno y construir nuestra casa. Miraflores se convertiría junto con San Isidro en los mejores distritos en los años setentas y ochentas rodeados de casas amplias con jardines para las familias de clase media alta, sin el tráfico del centro.  

 

Mi madre perdió los dos primeros niños, y casi nunca quería hablar de este tema. Cuando salió embarazada por tercera vez le pidió a la Virgen de Fátima que le concediera el milagro y es así como mi hermana fue bautizada como Viviana  Fátima. Dos años después nacería mi hermano Alfonso y yo le seguiría en el año 68. 

 

Cuando pienso en el año en que nací se me escarapela un poco el cuerpo. El 68 fue el año de los grandes movimientos estudiantiles de protesta y rebelión. Los estadounidenses protestaban contra la guerra en Vietnam, muere Martin Luther King, asesinan a Kennedy y el mundo se dividía entre las fuerzas comunistas y el expansionismo gringo. En Latinoamérica en cambio veríamos los golpes de estado cada vez más frecuentes. El año en que nací, Fernando Beláunde Terry, que era el presidente y por el cual mis padres votaron, fue derrocado por un golpe militar por el General Juan Velasco Alvarado, y llamaría a su gobierno, Gobierno Revolucionario de las Fuerzas Armadas con una ideología nacionalista, antioligárquica y reformista. A Velasco deberíamos la Reforma Agraria, una de las reformas más radicales después de la cubana que terminó expropiando tierras a los latifundistas. Definitivamente necesitábamos una reforma para buscar mayor igualdad, pero el intento de Velasco fue un fracaso pues muchas de las cooperativas no prosperaron por falta de apoyo técnico, infraestructura y gestión. Las empresas se estatizaron, la prensa dejó de ser independiente y, se eliminaron los partidos políticos. Nací en ese turbulento tiempo. De niña, bajo Velasco, mi mamá pedía a y a mis hermanos acompañarla a Monterrey pues la comida estaba racionalizada y sólo se podía comprar arroz o azúcar dos kilos por persona. Lo hacíamos en pandilla para poder abastecernos para la semana. 

 

A mi corta edad, no sabía lo que significaba vivir bajo un estado nacionalista sin democracia, pero se percibía en el aire. En los colegios Velasco impuso que no se enseñara la caligrafía Palmer al ser un americanismo, así como obligó la enseñanza del quechua. Las religiosas de mi Colegio que pertenecía a la Congregación Canadiense, Reina de los Angeles, sufrieron pues el gobierno les impuso una directora que no podía ser una de ellas. Todos mirábamos con desdén a la directora que nos habían impuesto y nos burlábamos de ella. La señora era una buena mujer, pero percibimos en ella a la invasora.


En lo personal, sólo tengo un recuerdo particular de Velasco. Éste había prohibido que se enseñara en los colegios una única caligrafía, que normalmente era la Palmer, pues de nuevo se trataba de un estilo importado.  A mis 6 años, no sabía que estilo asumir. Gabriela, la hermana de mi mejor amiga Pelusa tenía una caligrafía redonda e imprenta que la hacía corrida uniendo las letras con colitas.


Decidí que imitaría su caligrafía al no tener un estilo propio. Desgraciadamente no tenía la pluma de Gaby y mi caligrafía terminó siendo un conglomerado de letra script con algunas colitas entre una y otra para parecer corrida.


Velasco también trato de revalorizar el mundo andino e indígena promoviendo el quechua como lengua oficial. En mi colegio, tuvimos un año de enseñanza quecha y me apena pensar el desdén que yo sentí por la lengua. Siempre fui rebelde desde niña y me fastidiaba que alguien me impusiera algo. Hoy, cuando veo en Nueva Zelanda cómo se promueve el idioma Maorí indígena y se enseña en muchos colegios, me apena pensar cómo no aproveché y aprendí el poco de quechua que trataron de enseñarnos. Sin embargo, ese es el problema cuando se promueven buenos valores  bajo imposición. No funciona. 

 

Velasco también había prohibido las importaciones. Cada vez que el tío Pedro, hermano de mi mamá, venía de Colombia trayéndonos chupetes importados bom bom bum y todo tipo de chocolates nos sentíamos viviendo en el lujo. Mi hermano Alfonso decidió hacer un negocio en el Regatas y vender los chupetes bom bom bum que no se encontraban en Lima, pues la originalidad es que tenían goma de mascar al final de chupetearlo. Venían en sabores de fresa y uva. Yo le tenía tanto amor a mi hermano que hacía cualquier cosa para ganar su cariño, así que él me contrató para vender los chupetes por la playa y quedarse con toda la ganancia.   

 

 Estábamos bajo un gobierno militar y los militares en ese tiempo gozaron de muchos privilegios que los demás no teníamos. Nuestro vecino, un tipo bueno y carismático, era un coronel de las Fuerzas Aéreas. A éstos se les concedía todo tipo de gollerías. Mi vecina y compañera de aventuras Pilar, era hija del Coronel, y nos invitó a ver su nuevo refrigerador. Se trataba de un refrigerador importado. Velasco había prohibido las importaciones y nadie podía tener uno de esos, sólo los militares. Su refrigerador hacía hielos instantáneos y producía agua heladita con solo empujar el vaso. Yo sólo quería ir a la casa de Pilar a jugar a las escondidas en el verano para cada vez que me escondía comerme un par de hielitos empujando con el vaso. Desde esa temprana edad, fui percibiendo las desigualdades sociales y los privilegios que gozaban los que estaban en el poder. Con tristeza veo ahora que en el Perú esa es la norma, ya ni siquiera se esconde la corrupción de los que están en el poder. Es el descaro de quien siente que al gobernar goza de todos los privilegios. CONTINUARÁ....  




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